Diego Valadés / República de virreyes

AutorDiego Valadés

Las generalizaciones suelen ser infundadas. Por eso no es sostenible que todos los gobernadores sean autócratas, pues hay algunos con vocación democrática; empero el diseño institucional y la cultura política contribuyen a una fuerte concentración del poder que ha hecho de la mayoría una especie de virreyes republicanos.

Los procesos electorales estatales muestran el nivel alcanzado por la patrimonialización del poder. No se objeta que los gobernadores actúen como propietarios temporales de los cargos públicos sino que incurran en actos de corrupción mayor. Con excepción de las imputaciones delictivas, se acepta como normal la apropiación de la administración pública para satisfacer las expectativas de empleo de los seguidores de cada titular del gobierno. La mesura o el abuso quedan sujetos a las inclinaciones de cada uno; es una decisión personalísima.

Ese sistema se construyó durante el periodo del partido hegemónico, cuando los gobernadores tuvieron como contrapeso la centralización ejercida por el presidente de la República. Luego, en las décadas recientes, se produjo un doble fenómeno: la vieja hegemonía concluyó y los gobernadores adquirieron legitimidad democrática, de suerte que desapareció la jerarquía ante la que rendían cuentas pero sin que se introdujeran instrumentos democráticos de control político en los estados. Y así los virreyes designados se convirtieron en virreyes elegidos.

Esa realidad ayuda a explicar la intensa animosidad en las campañas por el gobierno de los estados. En ellas no son prioritarios los proyectos de gobierno ni los planes de acción para el beneficio colectivo; lo central es el juego de posiciones. Tanto, que las coaliciones electorales más vistosas no se basan en afinidades ideológicas ni programáticas sino en proyecciones demoscópicas y en cálculos que alinean las tareas públicas con las ventajas para los grupos.

El sistema federal mexicano es muy débil y por ende las atribuciones de los órganos locales tienen márgenes muy estrechos. La virulencia que se alcanza en las campañas no está asociada a la exigua capacidad de transformación de la realidad social que tienen las autoridades locales, sino a la perspectiva de gerenciar presupuestos y aparatos administrativos muy atractivos.

Para hacerse una idea del decreciente poder institucional local en nuestro hipotético federalismo, se puede ver el número, siempre en expansión, de las oficinas federales en los estados, y el volumen, también...

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