La dimensión desconocida

AutorAlberto Aguirre M.

Si el consenso que impera entre estrategas de campaña, especialistas en opinión pública y operadores partidistas se impone, el domingo 6 de julio estarán en pecado entre 29 y 32.5 millones de mexicanos.

Los especialistas en las cuestiones electorales corrigieron los escenarios planteados al inicio de este año y ahora calculan que no más del 50 por ciento de los mexicanos inscritos en la lista de votantes acudirá a las urnas para elegir a los diputados federales de la próxima 59 Legislatura.

El abstencionismo es un "pecado de omisión", según la instrucción pastoral que entre la grey católica difunde el obispo de Querétaro, Mario de Gasperín, desde hace dos meses.

Y ha sido un fantasma que constantemente ha aparecido en los recientes foros académicos donde se ha discutido sobre el desarrollo de este proceso electoral. Un espectro que emergió con fuerza en los comicios locales que anteceden a la elección federal, las votaciones para alcaldes y diputados locales en el estado de México, donde el pasado 9 de marzo no acudieron a votar 4 millones 661 mil 137 de los 8 millones 147 mil 617 ciudadanos en posibilidades de hacerlo. Apenas participó 43 por ciento de los electores. El abstencionismo fue del 57 por ciento.

En los últimos tres años, las 32 entidades federativas han tenido elecciones locales. En dichos comicios, la menor participación se presentó en los comicios para renovar el Congreso de Oaxaca en 2001, cuando apenas votó 31 por ciento de los empadronados. Ese mismo año, en la renovación de la gubernatura de Baja California, en 2001, el porcentaje de abstencionismo fue del 63 por ciento.

En 2002, para la elección de alcaldes y diputados en Quintana Roo, la abstención fue de 66 por ciento. Y en la renovación del Congreso de Hidalgo, fue del 64 por ciento. En ese periodo, la media de abstencionismo en el país es de 45 por ciento.

Causas y efectos

En el Instituto Federal Electoral, a iniciativa del consejero electoral Gastón Luken Garza, el año pasado se organizó una serie de seis foros de discusión en distintas entidades del país, que genéricamente se denominó "Las características de la participación y el abstencionismo electoral en México".

El producto de esas discusiones quedó concentrado en un estudio sobre el campo-político electoral en México que lleva el título de "Los electores en la consolidación democrática" y cuya edición acaba de concluir el Centro de Formación y Desarrollo del IFE, que coordina Elena Verdugo Quiñones.

Es, en los hechos, el primer estudio a profundidad sobre el abstencionismo en México. Aunque, como reconocen sus autores, es una aproximación teórica, también ofrece un panorama de los problemas que entraña para la viabilidad de la incipiente democracia mexicana lo que denominan "la dificultad de entendimiento entre las instituciones y las prácticas de los ciudadanos en el ámbito político electoral".

Una de las primeras conclusiones que derivan de ese trabajo es que existe una conexión causal entre la posición que los individuos ocupan dentro del campo político-electoral, y las disposiciones con las que actúan. En otras palabras: que las probabilidades de que los votantes se desempeñen con menor o mayor pericia en materia política dependen del conjunto de conocimientos y relaciones que posea cada uno.

El costo del abstencionismo

Desde 1988, la participación en las elecciones federales ha superado los 55 puntos porcentuales. Una caída por abajo de ese nivel significaría un duro revés para el IFE, dice el maestro Jaime Rivera Velázquez, director ejecutivo de Organización Electoral del organismo.

Rivera Velázquez sabe de lo que habla. De la dirección a su cargo depende que los 64 millones 711 mil 686 votantes inscritos en la lista nominal cuenten con las mayores facilidades para emitir su sufragio en las 121 mil 367 casillas que serán habilitadas el domingo 6 de julio.

Este año, la Dirección Ejecutiva de Organización Electoral ha gastado poco más de 124 millones de pesos tanto en la impresión de la documentación electoral (45 millones) como en la fabricación de los canceles que servirán para que los sufragantes voten en privado (42 millones), la fabricación de las urnas (30 millones) y la elaboración de la tinta indeleble (7 millones).

¿Ese dinero se desperdicia? ¿El voto en México es muy caro?

Rivera Velázquez rechaza caer en el juego de las estimaciones. Para contextualizar, refiere que para el ejercicio fiscal 2003, el Congreso de la Unión autorizó una partida presupuestal de 10 mil 700 millones de pesos al IFE, de los cuales casi un 45...

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