La dimensión de la tragedia

AutorFernando de Ita

La década comprendida entre 1993 y 2003 abarcA UN ciclo de reacomodo en el teatro nacional e internacional. En los 90, el Estado mexicano se retira como el mecenas absoluto de la producción artística del país; la corriente del teatro universitario que dominó la escena experimental desde los años 50 se diluye como canon de excelencia artística, aunque pervive en las personalidades que le dieron forma; la Compañía Nacional de Teatro se convierte en un membrete, y la producción teatral del INBA se limita a cuatro o cinco montajes anuales; el llamado Teatro Independiente agoniza en virtud de sus dependencias, pero surgen nuevos núcleos teatrales que con otra visión del hecho escénico dependen del mismo patrocinio de las instituciones gubernamentales y universitarias para montar sus obras.

En el vasto territorio de la República del Teatro, la estrella de Culiacán como faro del teatro norteño declina a favor de Mexicali, Tijuana, Ciudad Juárez, Hermosillo, Ciudad Victoria, en donde una nueva generación de autores, directores y comediantes se sacuden la tiranía del centro para hacer un teatro regional con lenguajes actuales, no exento de improvisación, pero con una audacia y un vigor que, viniendo de apuestas aisladas, se identifican como una propiedad general del teatro norteño.

Por el contrario, Monterrey, que en los años 80 tuvo una actividad teatral sobresaliente, sigue creciendo en infraestructura hasta convertirse en la metrópoli mejor equipada para las artes escénicas después de la Ciudad de México, mas ya no tiene la cantidad, la calidad y la diversidad de montajes que merecen esos teatros.

En el centro y el sur del país, el teatro como expresión artística se confunde con el teatro de aficionados que practican viejos y nuevos directores, que repiten las formas dramáticas de los años 50 en todos sus órdenes. Sin embargo, en medio de este costumbrismo regional hay personajes excepcionales que rompen el hastío de aquellos lares. En Oaxaca, Puebla, Guadalajara, Morelia, Cuernavaca, Colima, despuntan algunos directores que le dan vida a sus escenarios. Xalapa es una historia aparte, porque directores "foráneos", como Abraham Oceransky, le inyectan al teatro de los 90 algo de sangre, que no alcanza para revivir el cadáver de lo que décadas atrás fue el centro más importante del teatro regional. Un síntoma del estado que guarda el teatro de los estados es la apoplejía que amenaza a la Muestra Nacional de Teatro, que en los años 80 y mediados de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR