Diplomacia parlamentaria

AutorGabriela Cuevas

GABRIELA CUEVAS

PRESIDENTA DE LA UNIÓN INTERPARLAMENTARIA, UIP.

Como resultado de la interdependencia que ha originado la globalización, se reconoce a la necesaria diplomacia tradicional como una actividad rebasada por distintas dinámicas mundiales. En las últimas décadas, una agenda denominada como "interméstica", a caballo entre la política exterior y los asuntos domésticos, ha determinado tanto el surgimiento de nuevos y muy relevantes actores de las relaciones internacionales como crecientes demandas de apertura, transparencia y democratización de los asuntos de Estado que solían reservarse exclusivamente a los gobiernos.

Junto a otros, los Congresos y los parlamentarios, han adoptado no sólo su tradicional rol como actores que ejercen tareas de complementariedad y supervisión de la política exterior del Estado sino que articulan una agenda de relaciones internacionales para estimular el conocimiento mutuo entre países y Parlamentos, favorecer el intercambio de experiencias legislativas útiles para resolver problemas comunes, el diálogo para la implementación doméstica y regional de instrumentos internacionales tanto en lo normativo como en lo presupuestal y la diversificación de canales para defender y promover los intereses nacionales en el exterior.

La diplomacia parlamentaria es la consecuencia directa de estas transformaciones y aprovecha una coyuntura que la estimula como herramienta estratégica en dos vertientes. Por un lado, la integración plural y democrática de delegaciones legislativas que reflejan representaciones más equilibradas y más genuinas de la sociedad y sus demandas. Por el otro, un carácter más abierto y menos sujeto a formalidades y formatos ortodoxos que favorece diálogos francos, abiertos y eficaces.

El desconocimiento de su relevancia y la impericia para comunicar sus ventajas y éxitos, por un lado, y los frecuentes excesos que la reducen a la lamentable condición de "turismo parlamentario", por el otro, no han hecho sino afectar gravemente su imagen. Indudablemente, hay severos problemas de profesionalización de sus participantes, integridad y responsabilidad en el desempeño de estas misiones y racionalidad presupuestal para conducirlas. No todos los legisladores dedican y aprovechan al máximo la agenda de un viaje internacional. Eso no pone en duda la importancia de la actividad misma ni cuestiona la pertinencia de un Congreso que participe en foros internacionales y mantenga relaciones en beneficio del país.

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