'Divide y vencerás'

AutorYves Solís

Este año se conmemora el 74 aniversario de los acuerdos religiosos que pusieron fin a los conflictos entre el Estado mexicano y la Iglesia católica. Sin embargo, es necesario señalar que la jerarquía católica en México, a diferencia de lo que comúnmente se ha dicho, se encontraba profundamente dividida frente al conflicto religioso, lo que vino a dificultar el proceso de paz.

Durante la Guerra Cristera, 1926-1929, el papel de la Iglesia fue aún más complejo de lo que el Estado quiso presentar. Las diferencias de puntos de vista de la jerarquía católica eran múltiples. La principal fue la forma de solucionar el propio conflicto. Las posiciones de los protagonistas eran distintas y muy variadas, algunas eran optimistas, otras permanecían imbuidas en la perplejidad.

Tal fue el caso de Monseñor Jesús María Echeverría, Obispo de Saltillo, opuesto al conflicto armado, quien en su carta del 28 de febrero de 1928, dirigida a Pascual Díaz, Arzobispo de México, comentaba: "Al publicar en Los Angeles la noticia de que el licenciado Mestre había iniciado nuevos arreglos con el Episcopado por cuenta del Gobierno y de Obregón, a fin de solucionar el conflicto religioso en México, recibí casi el mismo día carta del señor Arzobispo Mora llena de optimismo. Le contesté en seguida que, a mi modo de ver, no podíamos confiar en las promesas y ofrecimientos de esos Señores, sino al contrario, temer de ellos todo; que no retrocederían en su obra o intento de aniquilar la Iglesia en México y la fe en el pueblo".

Una buena parte de los obispos que se encontraban exiliados se enteraban del proceso de paz por la prensa o por los informes que recibían. Pero tal procedimiento ocasionaba que muchas veces la información se deformara. Se creaban malentendidos, llegando a veces hasta provocar escisiones y rupturas.

Una de las soluciones para tal efecto se encontró buscando el contacto directo con los interesados. De esta forma, por ejemplo, Monseñor Francisco Orozco y Jiménez, acusado tanto por gente de la Iglesia como por el Estado de apoyar la acción armada, se vio obligado a justificar y aclarar su posición en una carta del 9 de agosto de 1928, dirigida a Pascual Díaz.

"Está fuera de duda que ciertas divergencias de criterio que hubo al principio entre nosotros se tradujeron o mejor se supieron claramente por muchos seglares; y esto, tanto por ciertos acontecimientos públicos que naturalmente tenían que conocerse, porque también nosotros, no juzgando quizá que la cosa...

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