Dmitri Shostakóvich: Testigo de la tiranía

AutorErnesto de la Peña

El 25 de septiembre de 1906, nació Dmitri Shostakóvich en la cosmopolita ciudad de San Petersburgo. Precoz en su aprendizaje musical, contribuyó a su mantenimiento tocando el piano en un cine de barriada. De tal manera era virtuoso que poco más tarde, a la hora de las decisiones, pensó en hacer una brillante carrera pianística, pero, al analizar sus objetivos, se lanzó, por fortuna, a la composición. En la opinión de casi todos los musicólogos, Shostakóvich es uno de los mayores sinfonistas del siglo 20, si no el más grande. Quince monumentales sinfonías le han erigido un monumento que difícilmente sufrirá mella futura. Compuestas a lo largo de casi medio siglo (1925-1971) testimonian, no sólo la evolución interna, musical de Shostakóvich, sino que dan, como a contracorriente, un panorama de los avatares de una sociedad, la soviética, en continua transformación.

Si la primera de las sinfonías (1924-25), una de las favoritas de las salas de concierto, muestra el ímpetu y el vigor que habrían de caracterizar sus obras orquestales, los temas poéticos que subyacen a la antepenúltima (1962) y la penúltima (1969), que van del doloroso, indignado poema Babi Yar, de Yevgueni Yevtushenko, el enfant terrible soviético de aquellos días, a las diversas tesituras líricas de Apollinaire, Küchelberger, Lorca y Rilke, parecen ser un desafío a los cánones implacables y romos de una censura que, años atrás, le había hecho la vida sumamente amarga.

En un régimen de libertades, nada debería haberlo importunado porque el gran compositor era, en la época del más rabioso estalinismo, una de las glorias de que podía ufanarse legítimamente un régimen irracional, tiránico y absolutista. Pero en 1934 cometió, a los ojos de aquellas autoridades obtusas y dogmáticas, un error definitivo: escribir una ópera en que supuestamente apoyaba ciertos "antivalores" de índole burguesa y, por ende, antirrevolucionaria. Lady Macbeth of Mtsensk fue la piedra de escándalo porque, condenada rabiosamente por la censura de Zhdánov (quien, al parecer, sólo obedeció lacayunamente una opinión de Stalin), pesó como un fardo sobre los hombros de este enorme músico, al punto de obligarlo a retirarla, suspender la elaboración de una sinfonía y reconocer más tarde, so pena de castigos todavía peores, que la crítica que lo había condenado era justa.

El 28 de enero de 1936, Pravda, órgano oficial del Gobierno soviético, publicó una sedicente crítica a la Lady Macbeth rusa. La parte sustancial...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR