Dolor profundo

AutorAndro Aguilar

Fotos Roberto Antillón

Cientos de madres en México se han convertido en investigadoras y activistas, para buscar a sus hijos y exigir justicia. Frente a la incapacidad y complicidad de los gobiernos locales y federal para investigar y frenar la desaparición forzada, ellas han asumido el rol de peritos. De la Guerra Sucia de los años 70, a la Guerra contra el narco iniciada en diciembre de 2006, México ha visto surgir decenas de organizaciones de mujeres que, a lo largo de cuatro décadas, han mantenido una misma proclama: "vivos se los llevaron, vivos los queremos".

Rosario Ibarra de Piedra

Cuatro décadas de lucha

Rosario Ibarra de Piedra cumplió 90 años el 24 de febrero. La activista suma 42 años en busca de su hijo Jesús Piedra Ibarra, detenido y desaparecido por el gobierno mexicano el 18 de abril de 1975.

Su búsqueda ha sido imparable. Interceptó al presidente Luis Echeverría en actos públicos para exigirle personalmente, en 39 ocasiones, la liberación de su hijo. Acudió 18 veces a las oficinas de la ONU. Se metió disfrazada al campo militar. Hizo siete huelgas de hambre.

En 1977, fundó con otros familiares y mujeres, conocidas como "Las Doñas", el Comité Eureka.

Su principal aprendizaje con ellas, juzga la ex senadora en una entrevista vía correo electrónico, fue: "trascender a la fortaleza de la lucha organizada y colectiva por la justicia".

-¿De dónde ha sacado la fuerza para luchar todo este tiempo e inspirar a otras personas?

-Han pasado 42 años de que el mal gobierno desapareció a mi querido hijo Jesús. Desde entonces, lo he dicho y seguiré sosteniendo, fue él quien me parió políticamente; la fortaleza de sus convicciones, su espíritu rebelde y el valor de sus ideales me empujaron a seguir luchando, pero sobre todo me animó la enorme esperanza de haber encontrado con vida a 148 desaparecidos que estuvieron presos en cárceles clandestinas del Ejército y la Marina.

-¿Alguna vez imaginó que en México la desaparición de personas se volvería tan común?

-No, nunca imaginé que nuestro grito lleno de esperanza: ¡Vivos los llevaron! ¡Vivos los queremos!, con el que reclamábamos a los malos gobiernos los desaparecidos de las décadas de los 70 y 80, resonaría nuevamente por todo el orbe para denunciar los miles de casos de desaparecidos que hay actualmente en México, víctimas de los sátrapas que hoy nos gobiernan.

-¿Qué les diría a las madres mexicanas que actualmente buscan a sus hijos?

-Que luchen con toda su fuerza, que defiendan a sus hijos como leonas, que exijan justicia, que no cejen en su empeño por encontrarlos, pues si bien los horrores del pasado reciente no se han ido y la represión y la tortura se pasean impunemente a lo largo de nuestra dolorida Patria, también la organización e indignación popular van en ascenso para con ello lograr cambiar a este mal gobierno.

-¿Cuál es la principal razón por la que no se hace justicia en los casos de desaparición en México?

-El responsable de la desaparición forzada es el gobierno de México; la desaparición forzada es una política y terrorismo de Estado que tiene a la justicia secuestrada y desaparecida igual que a nuestros familiares. La corrupción y la impunidad son los pilares con que se sostiene.

Cristina Bautista Salvador

Los 43

Sentada en una banca de concreto sobre Paseo de la Reforma, sin que las botas de trabajo que usa alcancen a tocar el piso, Cristina Bautista Salvador podría parecer una mujer pequeña. No lo es. La guerrerense sostiene a la altura de su pecho el retrato de su hijo Benjamín Ascencio Bautista, uno de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa que desaparecieron el 26 de septiembre de 2014.

Cristina y otras madres de normalistas duermen en el campamento instalado frente a la PGR. La mujer, de 41 años, vino a la capital para la jornada de protestas por los 31 meses desde la "noche de Iguala".

"Desde el 29 de septiembre que llegué ahí me quedé. Dejé todo: mi trabajo, mi cosecha. Y empecé a marchar".

Cristina Bautista nació en Alpuye- catzingo de las Montañas, Ahuacuotzingo, un municipio en el que 91 por ciento de sus habitantes son pobres.

Antes de la desaparición de su hijo, la mujer vendía el pan que horneaba en compañía de Benjamín y sus hijas Maryani y Laura. Los jueves comerciaba pozole.

No sabía que las desapariciones azotan a su estado y al país desde hace décadas.

El vuelco en su vida la ha empujado a tomar el micrófono en las protestas y expresarse primero en náhuatl y después en castellano. Una década atrás, Cristina viajó a Estados Unidos a trabajar como intendente en tiendas de comida rápida. Hoy, lo hace para reunirse con defensores de derechos humanos y...

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