Dos aniversarios monstruosos

AutorRafael Aviña

Plantas, minerales, animales y cadáveres se convirtieron muy pronto en un peligro para la humanidad desde el punto de vista de un cine-espectáculo tan entretenido como inquietante y revelador. Muertos vivientes con cerebros de asesinos, momias que abandonaban sus sarcófagos, licántropos, vampiros, insectos gigantes, pájaros, reptiles, gorilas, parásitos e, incluso, bestias del espacio exterior, integran una monstruosa galería de horrores primigenios del inconsciente colectivo, que van desde los primeros Frankenstein, Drácula y King Kong a las nuevas revisiones hollywoodenses de estas especies, incluyendo bestias de exportación como Godzilla, realizada por Roland Emerich en 1997.

En este mes, se cumplen 35 años del fallecimiento de uno de los más celebrados monstruos de la pantalla, no sólo por las creaciones terroríficas que autoparodió y engendró, sino por su presencia y su indiscutible talento: es el caso de Boris Karloff, londinense nacido en 1887 y fallecido en 1969, luego de aparecer en más de 150 películas. Junto con él, Godzilla, el monstruo original japonés cumple 50 años de vida desde su debut en 1954, bajo el título de Gojira -conjunción de gorila y ballena (Kujira)-, nombre verdadero de la criatura protagonista de la cinta dirigida por Inoshiro Honda.

El cine planteó el descubrimiento de animales prehistóricos justificando su existencia a partir de diversas formas: activación de huevos por radiaciones, hibernación en zonas polares o debido a experimentos atómicos, como es el caso de Godzilla y su descendencia, protagonista de más de 20 ultrabaratos filmes y creado por Yomoyuki Tanaka a partir de una curiosa premisa: una explosión atómica revive a la bestia que yacía muerta en el fondo del mar y la radiación la convierte en una mole de 50 metros de altura, capaz de despedir rayos termonucleares por su hocico.

Fue tal su impacto, que luego de Godzilla aparecería el reptil con alas Rodán, la colosal tortuga Gamera; Mothra, la indestructible, una mariposa gigante puesta en alerta por dos minúsculas gemelas desde una isla remota, o el cangrejo Ebirah, que sucumbió ante las garras de Godzilla. Todas ellas criaturas que despiertan de largos letargos para causar el caos en grandes centros urbanos como Tokio o Nueva York, destruyendo de manera espectacular todo lo que encuentran a su paso y provocando accidentes viales, incendios, o cortocircuitos al tropezar con cables eléctricos, para enfrentar finalmente a científicos y militares que...

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