Duelo y rabia

AutorRoberto Zamarripa

Un barullo. Un murmullo. Una serpiente que se extiende y cascabelea con un grito que parecía olvidado: "¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!".

Hace 40 años, una señora saltillense vestida de negro, con la fotografía del rostro de su hijo como enorme collar, acuñó aquel lema en un eco que resonaba en el atrio de una parroquia cerca de Bellas Artes. Era Rosario Ibarra, la madre coraje que encabezó la lucha por la presentación de los desaparecidos en la guerra sucia de los años setenta.

"¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!", clamaba. Y clamaron ayer lo mismo pero por primera vez en consenso, por miles y miles, desde que la guerra de la narcoviolencia inició para sangrar al país. Y sigue sangrando.

La serpiente humana se desenvuelve, estira, toca todas las glorietas de Paseo de la Reforma. Salen empleados, meseros, secretarias, ciudadanos, a mirarlos y tomarles fotos con celulares.

En la descubierta, en la cabeza de la serpiente, van Aníbal Cruz, José Lauro, Mauricio Ortega, César González, Saúl Bruno, Carlos Lorenzo, Miguel Ángel Mendoza, Arnulfo Rosa, Cutberto Ortiz, Israel Caballero, Doriam González, Abel García, Bernardo Flores y 30 más. Son sus rostros impresos en una enorme manta que identifica a los 43 desaparecidos, a los que se pudieron llevar sicarios y policías la noche del 26 de septiembre, porque no tenían tantas patrullas, si no hubieran dejado vacía la Normal de Ayotzinapa. Encabezan, entonces, los desaparecidos.

Después caminan los estudiantes vivos y varios padres de familia, algunos tan jóvenes que parecen sus hermanos; otros campesinos de huaraches y pies heridos.

Tras de ellos se van sumando los montones. Los estudiantes del Politécnico y sus banderas guindas y contingentes de universidades, la UNAM, la UAM, la Pedagógica Nacional. Las siglas de siempre: el SME, el Frente Francisco Villa, la Central Campesina Cardenista y demás. Pero es una marcha, de borbotones espontáneos. Se ve en la masa que se suma o aplaude en las esquinas y en las centenas de cartulinas escritas sobre las banquetas. Y se reparten en centenas cartelones con un mapa de la República Mexicana repleto de cruces negras.

Pocos políticos conocidos. Cuauhtémoc Cárdenas es el único que tiene vergüenza para dar la cara. Y de funcionarios del gobierno capitalino está el Secretario de Cultura, Eduardo Vázquez. Nadie más. Y también el poeta Javier Sicilia.

Los normalistas concitan, reúnen. Habitualmente sus formas de protestas enervan a ciudadanos...

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