Ébola: El epicentro de la epidemia

AutorJaime Velázquez

TEXTO Y FOTOS: JAIME VELÁZQUEZ

FREETOWN, Sierra Leona.- Cuenta la leyenda que el ébola apareció en Sierra Leona por primera vez el 5 de mayo de 2014 en la aldea de Kongoma, a escasos kilómetros de la frontera con Guinea. Allí vivía una curandera tradicional que atraía a personas de todos los rincones de la región por los supuestos poderes de una serpiente que guardaba. Hacía poco que había atendido a una mujer guineana que llegó muy enferma, a la que no pudo salvar la vida.

Reclamada constantemente por sus servicios, la sanadora tuvo que trasladarse días después a un funeral en Liberia, no sin antes advertir a su esposo que por ningún motivo entrara a la habitación donde ocultaba el reptil. El hombre, movido por la curiosidad, entró en la estancia y cometió el error de mirar a los ojos a la serpiente. La mujer regresó después a casa, y a los pocos días, ambos fallecieron.

"Los dos estaban infectados por el ébola, aunque por entonces nadie lo sabía", cuenta el vigilante nocturno Mosses Konneh bajo la atenta mirada de un grupo de jóvenes que trasnocha junto la pequeña tienda del edificio que custodia en Freetown, la capital de Sierra Leona. Al funeral de la curandera acudieron centenares de personas. Todas ellas murieron.

"Liberaron a la serpiente", prosigue Konneh, "la casa ahora está cerrada; los jefes tribales le han puesto un candado".

El relato se asemeja mucho al de uno de los primeros casos de ébola en Sierra Leona. En aquel entierro -el real- se contagiaron hasta 365 personas, según ha documentado la Organización Mundial de la Salud (OMS). La verdadera historia ocurrió en Kenema, a un centenar de kilómetros de Kongoma.

Seguramente aquella curandera jamás tuvo una serpiente, pero la fábula es un claro reflejo de los desafíos a los que se enfrentan cada día los equipos que tratan de contener la mayor crisis sanitaria desde la irrupción del VIH: la lucha contra unas convicciones profundamente arraigadas, la creencia en la brujería y el mal de ojo, y la práctica de rituales funerarios donde es costumbre lavar a los difuntos, besarlos y abrazarlos antes de darles sepultura.

El ébola se transmite a través del contacto directo con los fluidos corporales de un individuo infectado. Al microscopio es como una culebra; al natural, es como una serpiente silenciosa. Muerde a sus víctimas y se oculta bajo su lecho. El veneno va actuando entre los dos y los 21 días. Es entonces cuando empieza la fiebre, los vómitos y la diarrea, hasta que la hemorragia les acaba por quitar la vida.

La serpiente sale de debajo de la cama y da su picadura mortal a todas y cada una de las personas que tratan de aliviar el sufrimiento del enfermo. Se oculta en las ropas de aquellos que trataron de secar las lágrimas de sus seres queridos y viaja con ellos de regreso a sus casas o en su huida desesperada en busca de un hospital dónde recibir tratamiento.

EN LA SALA DE ESPERA DEL ÉBOLA

Alahgi Sankoh aguarda a las puertas del Hospital de Connaught, la única unidad de aislamiento del centro de Freetown. Frente a la verja hay una carpa de lona blanca donde se separa a aquellos enfermos que presentan síntomas de ébola. Los centros de aislamiento son el primer paso en el largo camino hacia un tratamiento del que depende la muerte o la vida. Si reciben atención médica específica durante los primeros días, antes de que la deshidratación provoque la hemorragia interna y el fallo orgánico, tendrán hasta un 60 por ciento de posibilidades de sobrevivir.

Llegarán tras una larga noche de fiebre, vómitos y...

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