Ecos de viaje / Los caminos del agua

AutorAdalberto Ríos

El México novohispano unió los talentos mediterráneos, indígenas y africanos, y nos heredó monumentos que son ahora parte de nuestro patrimonio, como los acueductos que calmaron la sed y fueron fuente de energía para la nueva nación.

Primer acueducto de América

Fray Francisco de Tembleque dirigió, entre 1545 y 1562, la construcción del primer acueducto de América. Fue una prodigiosa obra de ingeniería, ya que significó el levantamiento de 150 arcos, algunos hasta de 33.9 metros de alto, más tramos subterráneos para cubrir los 42 kilómetros que hay desde los manantiales del volcán Tecajete (Hidalgo), hasta la ciudad de Otumba (Estado de México).

En la construcción participaron 400 indígenas que, además de mano de obra, aportaron conocimientos como el uso en la construcción de miel de abeja y baba de nopal. Muestra de esta acción intercultural son los nichos para imágenes cristianas y grafitos mexicas que le enaltecen en diferentes puntos.

Este monumento -que surtió 2 mil 500 metros cúbicos de agua diariamente por cerca de 300 años, y sigue operando parcialmente- merece, como lo pretenden los hidalguenses, ser Patrimonio Mundial.

La plata bien invertida

El acueducto El Cubo de Zacatecas comenzó a construirse a finales del siglo 18, durante la época virreinal, y se terminó en el siglo 19, ya en el México independiente.

La arquería de cantera del acueducto, que funcionó hasta 1929, es una de las construcciones emblemáticas de la ciudad que se decidió reforzar (lo que de él queda), con los seis arcos botareles que hoy lo apuntalan.

El acueducto se aprecia desde los miradores del cerro de La Bufa, y se conserva la mejor de sus secciones contigua a la antigua plaza de toros, hoy convertida en exclusivo hotel.

El acueducto de Zacatecas conducía el agua desde el tiro de la mina El Cubo -de ahí su nombre-, hasta la Plazuela de Villarreal, hoy conocida como Jardín Independencia.

El monumento también ha sido iluminado, creando un verdadero espectáculo cuando coincide el momento de ser encendido con el azul intenso de los atardeceres zacatecanos.

Para dar agua y trabajo

En 1728 la tierra michoacana padecía por la sequía, la hambruna y la falta de trabajo, y su capital, Valladolid, por carencia de agua.

El obispo Fray Antonio de San Miguel, que alcanzó fama por sus dotes de emprendedor, decidió actuar para que se atendiera integralmente el problema, convocando a la...

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