Ecos de viaje / Lealtad a las herencias

AutorAdalberto Ríos

Tan notables son nuestras herencias culturales que a veces no reparamos en que algunas de ellas, joyas de nuestro patrimonio, se deterioran por distintas latitudes del país. Atenderlas no sólo es un acto de lealtad, sino de inteligencia, pues al ponerlas en valor es posible preservarlas y beneficiar a las localidades en las que se encuentran.

CATEDRAL DE AZÚCAR

Coahuixtla, cerca de Cuautla, tiene una historia de trabajo que se remonta al siglo 16 y alcanza su esplendor a finales del siglo 19 cuando, al incorporar cambios tecnológicos de la revolución industrial, se convirtió en un núcleo de avanzada.

Su caudal productivo de 3 mil toneladas anuales se sumó al de otras haciendas, para colocar al pequeño estado de Morelos como tercer productor de azúcar en el mundo y líder de la industrialización de México. Coahuixtla fue una impresionante instalación industrial, pareciera una fortaleza medieval con edificaciones hasta de cinco pisos, parte integrante de la historia industrial de un país que hizo del azúcar una de las bases de su economía durante cuatro siglos.

Hoy es foro frecuente de filmaciones pero puede tener múltiples destinos si se le revitaliza.

El esfuerzo de múltiples generaciones merece un respeto que debe comenzar por evitar su desaparición.

MONUMENTO MINERO

Al cruzar la Carretera Transpeninsular de Baja California, Santa Rosalía se antoja uno más de sus oasis, no por la presencia de alucinantes espejos de agua, rodeados de palmeras, como en Mulegé o San Ignacio, sino por la belleza e importancia de su patrimonio construido.

Santa Rosalía cuenta con el templo metálico de Santa Bárbara, diseñado por Gustavo Eiffel, además de viejas locomotoras languideciendo o la Panadería El Boleo que sigue ofreciendo delicias. Todo lo anterior herencia de su riqueza minera que inició con el descubrimiento de cobre en 1872 y que trajo a la firma francesa El Boleo. En Santa Rosalía se ha revitalizado, por ejemplo, el precioso Hotel Francés de madera, que ha vuelto a abrir sus puertas.

Pero lo que intriga es una inmensa mole de madera en el muelle, una construcción como de cinco pisos que sería la delicia de un escultor moderno.

Se trata del Shutte, un depósito de escoria negra, remanente de la producción de cobre, que se embarcaba en lanchones para vaciarlo al mar y que es el origen de las playas negras, ahora atracción por su finura y suavidad.

Esa mole de vigas robustas no debe condenarse, por falta de proyectos, a su desaparición. Por su carácter...

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