Eduardo Caccia / Arqueología del futuro

AutorEduardo Caccia

No hay mejor forma de ver el futuro que mirando al pasado. Emanuel, guía panameño, me conduce a través de Albrook, zona de inconfundible sello norteamericano en la capital panameña. Al aproximarnos a las Esclusas de Miraflores, uno de los hitos del Canal de Panamá, Emanuel añade emoción a su voz, habla con el orgullo de quien destapa el tesoro nacional al visitante, obra colosal que el día 15 de agosto cumplirá 100 años de operación, y menos de tres lustros de ser soberanía panameña.

"La vida de este país es otra luego del año 2000", dice el panameño (refiriéndose al momento en que Panamá tomó posesión del canal), que sigue asombrado con la cantidad de edificios nuevos, carreteras, con la ampliación del canal que estará lista en 2015. No pude dejar de pensar que los mexicanos no hablamos así de Pemex, más que motor nacional, fuente de riqueza para una camarilla, epítome de la corrupción nacional.

Al ver el tránsito de los enormes buques cargueros por las estrechas esclusas, uno queda pasmado ante las posibilidades creadoras del hombre. Hurgar en la historia del canal y saber todas las adversidades superadas es como llegar a un templo donde la fe y la tecnología predican el triunfo de lo posible sobre lo inaudito.

Como si fuera entomólogo en jauja, levanto un pequeño espécimen de esta historia que unió al Atlántico con el Pacífico. El canal estuvo a punto de construirse en otro país. La segunda Comisión Walter, la Comisión del Canal Ístmico de los Estados Unidos de 1899-1902 ordenada por el presidente McKinley, favorecía la ruta por Nicaragua. Un ingeniero francés, Philippe Bunau-Varilla, convenció al Congreso norteamericano y al sucesor del asesinado McKinley, Roosevelt, para construir el canal en Panamá, ¿cómo?, con una táctica que hoy es una gran lección de persuasión.

Bunau-Varilla envió a cada congresista una carta con un sello postal de 1 centavo. El timbre ilustra una parte del territorio nicaragüense donde se aprecia muy activo al volcán Momotombo (nombre de por sí, telúrico), la imagen sembró el temor por la latente actividad sísmica y la mayoría se inclinó por una zona sin ese riesgo.

Muchos años antes, en 1854, Elisha Graves Otis hizo una demostración de ventas para la posteridad. Durante una convención se hizo elevar...

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