Eduardo Caccia / Generación ipso facto

AutorEduardo Caccia

Desde que el hombre ha sido capaz de medir con precisión el tiempo, nuestras vidas han estado programadas alrededor del reloj. Los avances tecnológicos, parte fundamental de la modernidad, en gran medida existen para hacernos más cómoda la existencia, sobre todo para ahorrarnos tiempo y esfuerzo. Pasar de meses a días a minutos a segundos ha sido una constante del progreso: cada vez tenemos que esperar menos por lo que queremos, cada vez sabemos esperar menos y, en nuestro tiempo, eso tiene nombre: gratificación instantánea, más que una denominación puntual, un fenómeno que afecta nuestra forma de ver la vida, por ello, nuestra conducta.

Ahí, donde había que prender la leña para cocinar, llegó un botón que instantáneamente crea una flama. Cuando había que ir al mercado por leche fresca, llegó un refrigerador para almacenar y preservar los alimentos. Los motores suplieron a los animales; el automóvil nos transporta más rápido pero usa figurativamente "caballos de fuerza" no sólo para expresar potencia, también como una forma de nostalgia. No toda modernidad supera el pasado. El horno de microondas no da un mejor sabor que la leña, de ahí que también se utiliza metafóricamente para hablar de aquello que se hace pronto, pero no tan bien hecho como lo que lleva tiempo.

Vivimos la voracidad de lo inmediato; las nuevas generaciones no saben esperar. La espera de una carta transatlántica podía ser de dos meses, la espera que aguanta un joven hoy para abrir una página web son dos segundos. La fórmula actual es apretar un botón y tener lo que se quiere, pronto, ¿un taxi, comida, compañía?, la modernidad ha hecho de la espera algo obsoleto. La impaciencia es como el clembuterol: tiene efectos secundarios pero además desarrolla frustración. Los matrimonios duran menos ahora que antes. Leer es aburrido y lento, el video es divertido y rápido. Laboralmente, la permanencia en un puesto es más corta hoy que antaño. Los preescolares celebran graduaciones. A querer o no, participamos en una aceleración de ciclos. En buena medida la pérdida de valores en la sociedad se da por esta premura, ¡hay que acumular, ya!, y la ruta convencional del esfuerzo y la honestidad es demasiado lenta. Rebasar es seductor.

La impaciencia como arma de ventas nos ha...

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