Eduardo Caccia / El inframundo

AutorEduardo Caccia

Desde hace varios años frecuento la Riviera Maya, particularmente la zona de Playa del Carmen y sus alrededores. Mis espaciadas visitas me han permitido asombrarme del pujante crecimiento del entorno, ver su rostro cambiante, metamorfosis sin tregua, una inquietud que parece no tener freno mientras aparecen más hoteles, más comercios, más gasolineras, más taxis, más restaurantes, más servicios de esto y aquello, más parques temáticos, más turismo, más vuelos, más y más de tanto, y supongo que también más empleos.

En esta zona paradisiaca de México que tanto valoran los extranjeros, no todo me resulta agradable. La carretera de Cancún a Playa del Carmen, antes plana como la península yucateca, tiene ahora pasos a desnivel donde el concreto llena de gris una vista que antes era verde y, lo peor, han puesto, en número exagerado y a una distancia absurdamente cerca una de otra, unas lámparas curvas y puntiagudas como el esqueleto de una ballena, que son como espinas agrediendo al horizonte. La emblemática y otrora tradicional mexicana calle de la Quinta Avenida ha cambiado tanto que apenas es reconocible. Los anuncios luminosos de las marcas del mundo llegaron para quedarse a punta de dólares.

Frente a uno de los comercios de telas y bordados, atendido por mujeres indígenas con indumentaria propia de su región, brilla el rosa de la marca que viste a las mujeres de ángeles mientras desfilan en ropa interior en una pantalla de plasma al fondo de la tienda. Los centros comerciales han transformado las esquinas y hasta manzanas enteras. Las escaleras eléctricas y los elevadores, los aparadores luminosísimos y los precios en dólares, contrastan con el mundo detrás del telón de Playa del Carmen, una ciudad con dos y hasta tres rostros. Una forma de vivir se extingue mientas otra surge.

Ignoro si José Saramago viajó por la Riviera Maya, lo que parece un hecho es que el portugués vio lo que ahí sucede, quizá por eso escribió La caverna, donde advierte dos mundos en colisión, el urbano y el rural, un choque que provoca extinciones cotidianas, la pequeña alfarería que deja de ser atractiva ante el gran centro comercial que todo lo devora, un espacio, a decir del Nobel, donde hay ausencia de comunicación pues el dependiente de una tienda no necesita intercambiar ninguna frase con el comprador, a diferencia de los pequeños comercios locales. En su libro...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR