Eduardo Caccia / Sistemas resilientes

AutorEduardo Caccia

Conozco de carencias educativas. Estudié primaria y secundaria en escuelas públicas, hijo de maestra normalista en años donde la educación privada era vista con recelo. Sé lo que es llegar a un salón de clase y luchar por un mesa-banco que no esté roto, traer un tornillo de la casa para arreglarlo, ir un sábado a pintar butacas y hasta barrer el salón. No todo lo hice sin renegar.

En secundaria escogí el taller de soldadura, me tocó el de imprenta, presagio entonces invisible por mi afición al teclado. Todo hubiera sido normal de no ser por que el taller estaba junto a los baños y el olor de los orines era más fuerte que el de la tinta. Así, con aquel hedor, tuve mi año úrico. Cuando conocí una escuela privada, no podía creer que los baños no apestaran.

Cursaba el segundo semestre en la universidad y llevé orgulloso mis calificaciones a mi papá. Su respuesta fue: "Muy bien, a propósito, a partir del próximo semestre tú te pagas la universidad". De haber sabido que existían marchas, le hubiera hecho un plantón por quitarme mis privilegios. Tiempo después, cambió de carro y me ofreció quedarme con el anterior. Cuando tomé las llaves me dijo "vale tanto, ¿cómo me lo vas a pagar?". Entonces sí sentí el complot del estado paterno en mi contra. No paró ahí. Cuando cobré mi primer sueldo, me pidió que una parte se la diera a mi mamá, cada mes. ¡Encima, doble tributación!

Lejos estaba yo de ver que mi padre me preparaba para vencer la adversidad. En otras palabras, estaba fortaleciendo mi resiliencia, la capacidad que tienen los seres vivos de salir adelante y sobreponerse a situaciones contrarias.

Los individuos resilientes crean comunidades resilientes y éstas sociedades más fuertes. La resiliencia es innata al ser humano, pero se atrofia cuando éste es sometido a ciertas condiciones. Pensemos en el animal salvaje que es domesticado. Se le da de comer, se le protege, entra en un estado de confort tal que, si alguna vez es reubicado en su estado salvaje, morirá, no podrá competir por su vida, perdió su capacidad resiliente (anomia asiliente), tiene una incompetencia aprendida.

Sin menoscabo de que los maestros de la CNTE tienen puntos válidos por los cuales luchar (no dejar fuera ética, filosofía y otras disciplinas humanistas), en otros tantos erran. Pregonan no perder sus privilegios, no quieren la competencia porque le temen, no la ven como un recurso de bienestar y...

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