Eduardo Guerrero Gutiérrez / El fin de la epidemia

AutorEduardo Guerrero Gutiérrez

Hacia mediados de 2008 México se salió de rumbo. Aunque al principio el motivo del desasosiego no era claro, varios conocidos que laboraban en las agencias federales de seguridad me decían que el ambiente en sus oficinas era tenso y sombrío. Poco a poco el escalamiento de los homicidios se volvió inocultable. En Baja California y Chihuahua, estados tradicionalmente violentos donde cada mes se registraban unas 20 o 30 ejecuciones, alcanzaron ese año máximos mensuales de más de 250. Aunque menos dramático, el incremento de la violencia también se sintió con fuerza en Durango, Jalisco, Michoacán y Sinaloa.

¿Qué pasó? La multiplicación sin precedentes de arrestos y abatimientos del gobierno sembró desconfianza entre varios de los capos más importantes del país, lo que rompió sus frágiles acuerdos. El pleito entre el Cártel de Sinaloa y los hermanos Beltrán Leyva fue sólo el conflicto más notorio y más mortífero entre varios. Como un mal presagio, la noche del 4 de noviembre de ese año, casi al mismo tiempo que se confirmaba el triunfo electoral de Obama en Estados Unidos, el secretario de Gobernación y varios de sus colaboradores cercanos fallecieron cuando el avión en el que regresaban de una gira de trabajo se desplomó en la Ciudad de México.

De ahí en adelante las cosas fueron de mal en peor. La crisis económica que se gestaba al mismo tiempo en Wall Street le pegó de lleno a México (la contracción económica en 2009 fue casi del 5% del PIB). Dadas las malas perspectivas económicas, la guerra contra el narco y la inseguridad se convirtieron en el principal tema de la agenda nacional. A fines de 2009, Los Zetas se separaron de sus antiguos patrones del Cártel del Golfo, lo que generó un nuevo escalamiento de violencia, esta vez con epicentro en Tamaulipas y Nuevo León. En un reporte elaborado en el Pentágono, se alertaba que México corría el riesgo de convertirse en un "Estado fallido".

Seis años después del inicio de la epidemia de violencia, podemos afirmar que los peores pronósticos no se cumplieron. De acuerdo a las cifras -bastante confiables- que se capturan con base en actas de defunciones, los homicidios alcanzaron un máximo en 2011, y desde 2012 comenzaron a disminuir; el año pasado bajaron 12%, y en 2014 el descenso podría ser mayor. Por su parte, las cifras de homicidios vinculados con el crimen organizado que recopila Lantia Consultores sugieren que, desde un punto de vista estadístico, la epidemia de este tipo de...

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