Eduardo R. Huchim / Acteal

AutorEduardo R. Huchim

Miguel Luna Pimentel, editor. In memóriam.

En febrero de 1998, entrevisté en San Cristóbal de las Casas a un sobreviviente de Acteal, Chiapas, donde dos meses atrás, el 22 de diciembre de 1997, habían sido asesinados 45 integrantes de Las Abejas, grupo pacifista que también era considerado base social del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. El siguiente diálogo es un fragmento del estremecedor testimonio de Ernesto Méndez Paciencia, que fue publicado respetando su lenguaje imperfecto pero claro:

-En el 22, cuando fue la masacre en Acteal, yo estuve ahí también. A las 11 de la mañana llegaron pues los matones, oí los primeros disparos y salí corriendo hasta donde sé un lugar escondido donde no puede entrar nadie. Ahí estuve yo y escuché que estaban disparando, pues. Yo estuve escondiendo todo el día hasta las seis, que pasaron a recoger a los compañeros heridos los de Seguridad Pública. La verdad, no tenemos nada para defendernos... Estamos orando en Acteal hombres, mujeres y niños. Todos estamos ayunando, ya llevamos dos días de ayuno y ya van a ser tres días para pasar nuestras velas, para pedir perdón, hacer oración.

-¿Y por qué ayunaban?

-Porque queremos que no pasa algo, que no haya violencia, que nos respetemos entre todos, aunque haya bastantes partidos, pero no le hace... No estamos en contra de nada, somos neutral, primeramente Dios, no estamos a favor de una persona ni nada.

-Me dicen que entre la gente que mataron había mujeres embarazadas.

-Exactamente, sí es cierto. Cuando terminaron el disparo, pasaron a ver los muertos hombres y mujeres, lo vieron que estaba abierto (al descubierto) su pichito; agarraron el machete y le dieron así (y dibuja un tajo en el aire) a su pichito.

-¿El pichito qué es?

-Es el bebé, su bebé de la mujer, se lo sacaron del vientre pues. Y algunos bebés recién nacidos los mataron también (Expansión, edición especial, abril de 1998).

Casi 10 años después de aquella terrible matanza, los autores intelectuales siguen impunes, mientras algunos de nuestros intelectuales continúan debatiendo si aquél fue un crimen de Estado o no. Lo exigible es que todos los responsables, no sólo los autores materiales, sean castigados por aquel execrable crimen. Acteal es un detestable ejemplo de la principal promotora del delito y la corrupción en México: la impunidad, una impunidad que en este caso parece tener vocación de perpetuidad.

Tales impunidades perennes no deben darse en Tabasco. Simultáneamente con el apoyo...

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