Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis: Revisan el Renacimiento Mexicano

AutorRicardo Milla

En el periodo posrevolucionario, el País atrajo a intelectuales y artistas internacionales que contribuyeron al llamado Renacimiento Mexicano, considerado el esplendor de la cultura nacional del siglo 20 y que tuvo a Diego Rivera como figura central.

Frente a frente, los escritores Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska analizan este fenómeno y su resonancia actual; además, destacan la participación de la mujer mexicana en el arte.

Este diálogo fue convocado por la revista española Matador, que dedica su edición anual a México.

Carlos Monsiváis.- Cada país dispone de una zona de interpretaciones y ratificaciones de su psicología en donde los cambios de costumbres, las tradiciones, los códigos de entendimiento y complicidad son sujeto de escrutinio teatral. Es la nación conocida, heredada, heredable, que provoca irritación y orgullo, vanidades y vergüenzas. A esta zona de "la verdad a la mitad del foro", acuden por igual los nativos y los extranjeros. De algún modo, siempre se sabe que las conclusiones son falsas o prefabricadas, pero siempre se toman por buenas o parcialmente válidas. Y, por supuesto, en esta "zona de la exégesis nacional" lo que priva es la serie de lugares comunes que por un tiempo largo se consideran postes totémicos, y luego se olvidan.

En este sentido, México no es una excepción, y el momento álgido de esta versión para los nacionales y los de afuera ocurre con la Revolución Mexicana, fechable entre 1910 y 1940 (lo que sigue es la vida institucional y el monopolio de la violencia).

Los extranjeros descubren un país de la Revolución sembrado de signos al parecer indescifrables, de un "amor a la muerte" un tanto incomprobable, de canciones bellísimas, monumentos indígenas, fiestas paganas, Vírgenes de Guadalupe; en suma, lo cotidiano traspasado por la extrañeza. De este "esoterismo a la mexicana" hay ejemplos en abundancia, aunque también hay libros extraordinarios, digamos México Insurgente, el reportaje de John Reed, o Mexican Maze, de Carleton Beals.

En la década de 1920 descubren México los viajeros (me niego a llamarlos "extranjeros" o "turistas"). Son norteamericanos, ingleses, franceses, españoles, italianos que se deslumbran ante los "enigmas", la plasticidad de los paisajes populares y las formas de vida "primitivas". Tú has recreado ese periodo en tu novela Tinísima, sobre la excepcional fotógrafa Tina Modotti.

Elena Poniatowska.- Sí, es un libro sobre ella y sobre el mundo mexicano en el que Tina se sumerge, donde figura en primer término el pintor Diego Rivera. Otros artistas son José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, Manuel Rodríguez Lozano, María Izquierdo, David Alfaro Siqueiros, así como fotógrafos incipientes como Manuel Alvarez Bravo, escritores de la talla de Alfonso Reyes, José Vasconcelos, mujeres liberadas o en vías de liberación. No hay que olvidar que Octavio Paz publica su primer texto, Bajo tu clara sombra, y otros poemas sobre España en 1937 y que Libertad bajo palabra recoge poemas de 1935.

C.M.- En ese momento, los símbolos de la revolución se transforman en realidades estéticas gracias a fotógrafos y pintores. Entre ellos, Edward Weston. Es lo que se llama en ese momento The Mexican Renassaince, un Renacimiento Mexicano, cuyo centro es la pintura mural y cuyo discurso narrativo depende en gran parte de la Revolución (la mexicana y la soviética).

Entre los ingleses y norteamericanos que vienen entre 1920 y 1940, están el notable poeta Hart Crane, el novelista Malcolm Lowry, que escribe en México su obra cumbre (Bajo el volcán), Graham Greene, D.H. Lawrence (que transfigura su experiencia en Mañanas en México y La serpiente emplumada) y varios más. La figura a visitar es inevitablemente Diego Rivera, el buda rotundo, genial, mitomaniaco, desbordado, productivísimo, comunista, trotskista, provocador.

E.P.- Y todo gira en torno a mujeres muy sui generis, mujeres que tienen una fuerza natural como de volcán, como por ejemplo la segunda mujer de Diego Rivera, "La Única", Lupe Marín. Lupe era muy libre. Escribió Un día patrio y La Única. Este último marca la pauta de las confesiones aterradoras que en México no se nombraban sino en voz baja. Con las descripciones que hace de Diego Rivera se convierte en cierto modo en la antecesora de Elena Garro hablando de Octavio Paz años más tarde.

Aunque...

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