Eligen el encierro; olvidan pesadilla

AutorElizabeth Rangel

Patricia clava la mirada en el azul de la resbaladilla. Sabe que está rodeada de muros que la separan de la calle, pero que también la aíslan de la persona a la que más amó y que más daño le hizo.

Hace más de un mes, la mujer de 23 años de edad decidió dejar atrás los 6 años de violencia y vejaciones que vivió al lado de su marido. Y entonces planeó el escape junto con sus tres hijos.

Wendy Figueroa, directora de Fortaleza, uno de los dos refugios que hay en el DF para víctimas de violencia extrema, explica que por seguridad, las mujeres que reciben no pueden salir.

Ninguna mujer, dice Carmen Echeverría, directora de Desarrollo de Modelos del Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol), llega tocando la puerta.

"Aunque estén enteradas de que ahí hay un refugio no se les acepta si no es referida por otra instancia", dice.

Un día Patricia llegó a un refugio canalizada por el Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar (CAVI) de la Procuraduría capitalina En uno de los patios del refugio, ubicado en algún lugar de la Ciudad de México, donde cada hora tres mujeres denuncian violencia familiar, Patricia recuerda el día que escapó.

"Les puse a los niños dos mudas de ropa sin que él se diera cuenta y saqué mis papeles, mi credencial de elector, un acta de nacimiento, los papeles de los niños.

"Todo fue con engaños para poder salir de casa de su mamá (...) Después a mi suegra y a él los meten a sicología (en el CAVI) y yo me salgo y me trasladan en un vochito".

Martín de la Rosa, director del Indesol, cuenta que hay casos como de película, donde la mujer tiene que escapar en la noche para que no detecten a dónde la llevan.

Al llegar al refugio, explica Wendy Figueroa, les asignan una habitación, tienen una plática con la ppsicóloga y empiezan en las actividades.

"Aquí me tengo que quedar tres meses", dice Patricia, "sin poder salir a la calle, pero yo firmo todas las reglas y aquí me quedo".

LOS GOLPES

Patricia creyó que las cosas iban a cambiar. Desde que eran novios, Federico, ahora de 27 años de edad, la maltrataba.

Ya casados, la situación empeoró. Primero se aventaron cosas, después una cachetada, luego los golpes.

"Él trataba de no dejarme moretones, trataba de que todos los golpes fueran internos", relata.

- ¿Por qué tardaste tanto tiempo para dejarlo?

- Tenía esa imagen de que iba a cambiar, la esperanza de que cambiara, porque mi mamá y mi papá se separaron y yo no quería tener una familia incompleta, sin esposo.

EL FUTURO

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