Emigran hacia la muerte

AutorFlorencia Pereira

Cuatrocientos cuarenta y un muertos en el límite entre México y Estados Unidos, 289 en la frontera española, 32 balseros cubanos ahogados en las costas de Florida (2005).

Números de por sí dramáticos pero aún insuficientes para reflejar la tragedia de millones de migrantes que en busca de un futuro mejor, arriesgan sus vidas para llegar a una tierra que sueñan les dará lo que en su país no han podido encontrar.

De África a Europa o de América Latina hacia Estados Unidos, cruzan el desierto en caminatas de días en las cuales muchos perecen deshidratados; otros eligen adentrarse al Océano en precarias embarcaciones que si la suerte les acompaña resistirán el embate de las olas, pero el mar enfurecido también es capaz de ahogar los mayores sueños.

Historias y realidades distintas que muchas veces tienen el mismo final trágico: la muerte.

María, una mexicana de 42 años, cruzó hace un año la frontera con Estados Unidos en busca de una vida mejor que no logró encontrar en su país.

"Yo llegué a Nogales con la decisión de cambiar de vida, de suerte" , relató María.

Por ello puso su vida y la de su hijo en manos de los polleros que contactó y a los cuales les tuvo que pagar 3 mil 400 dólares para que los cruzaran al otro lado de la frontera.

"El primer pollero que contacté nos engaño, (...) nos quiso asaltar, quería que yo le diera dinero; pero me lo guardé bien y le dije que no tenía y nos sacó una navaja", contó María. Luego de implorarle a los polleros, la dejaron ir.

La experiencia no mermó la determinación de la mexicana. "Me aferré y contacté a otra persona para que nos pasara", reveló.

María se alegró de poder contar su historia desde la casa de su hermana en Estados Unidos, porque durante el viaje varias veces pensó que no iba a lograr llegar a reunirse con su familia y porque sabe que muchos mueren en su búsqueda del llamado sueño americano.

Cuando María y su hijo iban a medio camino entre su punto de partida y la frontera, la Policía los empezó a seguir.

"Nos pararon y nos apuntaron con sus rifles, nos querían deportar. Entonces el pollero negoció y seguimos caminando", recordó.

Durante el viaje el pollero les dio el agua que debían racionar en el trayecto, algo imprescindible para sobrevivir ya que muchos migrantes mueren deshidratados por las altas temperaturas que deben soportar.

Fueron dos días y una noche de caminata. Cuando ya estaban del otro lado de la frontera los recogieron en unas camionetas, pero allí no se terminaba la...

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