Emilio Zebadúa / Arquitectura para la reforma fiscal

AutorEmilio Zebadúa

En cuestión de días se ha dado un raro encuentro de mentes y voluntades. Existe un consenso casi unánime sobre la necesidad de llevar a cabo una reforma fiscal de fondo. Es una opinión compartida por la derecha y la izquierda, por el sector público y el sector privado, por los tres niveles de gobierno, y por el Ejecutivo y el Legislativo. Ya se instaló para tal propósito una Mesa de Trabajo auspiciada por la Comisión de Hacienda de la Cámara de Senadores y se prepara la convocatoria a una Convención Nacional Hacendaria por parte de los gobernadores de todo el país. El inicio de los trabajos de la LIX Legislatura en el Congreso marca el inicio de plazos fatales en materia presupuestal y fiscal.

Se trata, coinciden muchos, de la principal prioridad para la nación en estos momentos. Pero lograr transformar el consenso inicial (y general) que existe entre los diversos sectores no es una tarea política sencilla: el diablo está en los detalles. O no. Más bien, el éxito o fracaso de la reforma depende de la dinámica que siga la negociación entre las partes; una negociación que deberá darse en dos tiempos o espacios -la LIX Legislatura y los trabajos preparatorios para la Convención federalista.

Existen suficientes diferencias sustanciales entre el partido en el gobierno por una parte, y el PRD y el PRI por la otra; e igualmente, entre la Secretaría de Hacienda y la Conago como para abortar nuevamente cualquier intento de reforma fiscal. Pero no necesariamente. La mira al arranque de las negociaciones debe estar enfocada en el marco general que se busca diseñar o rediseñar, y no en propuestas específicas sobre las cuales ya se sabe existen posiciones encontradas.

Se requieren modificaciones legales (y en algunos rubros, incluso, constitucionales) al marco de las finanzas públicas y del federalismo fiscal. Esta reforma integral en sus dos vertientes es la manera de dotar al Estado -en sus tres niveles de gobierno- de los recursos suficientes para atender la demanda fundamental de crecimiento económico. Sin un mayor nivel de recaudación, y sin contar en el panorama de mediano plazo con expectativas de ingresos no-tributarios o extraordinarios suficientes, los rezagos en salud, educación, seguridad e infraestructura no solamente no serán abatidos, sino muy probablemente se agravarán. Los compromisos con el campo tampoco serían atendidos.

La posición expresada por el Banco de México sobre esta materia es contundente: "Las limitaciones que se presentan...

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