Emoción extrema

AutorAlejandra Navarro

Esquiar en agua, practicar rappel, andar en moto y pasear por la montaña son sólo algunas de las actividades que Francisco Moreno disfruta con sus cinco hijos, sin importar que tres de ellos ya pasen los 30 años y los otros dos aún estén en primaria.

"La energía es cuestión de actitud. Si quieres hacer algo puedes realizarlo", asegura.

Desde pequeño sintió interés por las actividades al aire libre; a los 14 años decidió que comenzaría a andar en moto y competir en carreras.

Más tarde se unió a los exploradores, quienes lo introdujeron al alpinismo tanto en hielo, como en roca.

Al tener hijos, nunca se le ocurrió dejar su pasión, al contrario, sintió que ahora tendría quién lo acompañara en sus aventuras, por lo que les ha ido transmitiendo a cada uno el gusto por la adrenalina y las emociones fuertes.

Menciona que ni los más pequeños han mostrado renuencia a la hora de participar, pues generalmente son los padres quienes "contagian" los miedos a sus hijos.

"Cuando tú les hablas con tanta alegría y con tanta confianza de lo padre que está y lo que van a sentir, ellos se quedan tranquilos e incluso quieren probar otras cosas", cuenta.

También afirma que es importante buscar opciones distintas, porque cada uno tiene una personalidad y gusto diferente.

Sabiendo que en él recae una gran responsabilidad al introducirlos a cada deporte o dinámica, se asegura de tomar siempre las medidas de seguridad necesarias, ya sea con cursos de preparación o con el equipo necesario.

De esta forma, agrega, los pasatiempos se vuelven poco extremos.

Además, considera que enseñarle a sus hijos a no tener miedo y empujarlos hacia este tipo de actividades tiene grandes beneficios, pues los convierte en personas más seguras y asertivas.

"Son niños con pocos temores y sus retos en la vida no los ven como imposibles, sino como algo por lo que pueden luchar y conseguir", dice.

Incluso, platica que en un viaje que hizo en diciembre a Puerto Ángel, Oaxaca, estaba con su hijo de 12 años en el mar, enseñándole a pasar por debajo de las olas, que cada vez llegaban más altas, lo cual los obligó a irse metiendo más.

"Ya estábamos muy adentro cuando a mí me dio un calambre y le pedí a mi hijo que fuera por ayuda, porque no me podía mover. Él se quería quedar conmigo, pero le explique que eso sólo nos agotaría a los dos, que lo más prudente era que se fuera", refiere.

Fue en ese momento cuando el pequeño tuvo que tomar la decisión de dejar a su padre e irse nadando con calma a...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR