Empresa / Callejón

AutorAlberto Barranco Chavarría

Detrás de la impresionante movilización del martes pasado de trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social en las principales ciudades del país, se ubica la desesperación frente a un eventual golpe de fuerza del gobierno que obligara a revertir, sin más, las modificaciones al Contrato Colectivo de Trabajo pactadas en 1983.

El argumento del organismo, que se utilizaría por primera vez en el ámbito público, sería que la carga que representa el pacto laboral vigente, planteado bajo la figura simple de un acuerdo administrativo, coloca en grave riesgo su viabilidad económica.

Vamos, lo mantiene de espaldas al callejón frente a su objetivo superior de atención médica a 58 millones de mexicanos.

La figura la utilizó con éxito hace unos meses el grupo Fertinal, logrando que en segunda instancia se lograra anular la declaración de existencia de la larga huelga que enfrentó, bajo el alegato de que los reclamos de los trabajadores colocaban en tela de juicio su factibilidad económica.

De hecho, la alternativa se había barajado desde el amanecer del gobierno salinista, ante la certeza del alud, dado la inaudita pasividad del organismo para crear en consonancia con el elevado costo del Contrato Colectivo, las reservas necesarias para hacer frente al futuro... optándose, sin embargo, por no abrir un segundo frente, luego de hacerle manita de puerco al Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana para renegociar sus privilegios en Pemex, en la coyuntura del encarcelamiento de su líder moral, Joaquín Hernández Galicia, conocido como La Quina.

Más tarde, en 1995, el gobierno zedillista abrió un nuevo intento vía la exhibición pública de las inauditas prebendas que planteaban las modificaciones al Contrato Colectivo de Trabajo firmadas en la administración de Ricardo García Sáenz... que quedó sólo en eso.

El hecho es que el año pasado, entregado al Congreso un primer documento en el que se hacía un recuento puntual de los graves problemas financieros del organismo que colocaban en grave riesgo su viabilidad, se empezó a poner en la mesa el calificativo de excesivas a las prestaciones alcanzadas por el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social.

Y si bien el punto toral de la ofensiva apuntaba a homologar el capítulo de pensiones con el de los propios derechohabientes de la instancia de seguridad social, la idea era disparar hacia todos lados, en la certeza de que a donde se apunte hay blanco.

Así, se hablaba, por ejemplo...

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