Encuentra arte en la desaparición

AutorSergio R. Blanco

El espectador se encuentra con los rostros deslavados, en blanco y negro, de un centenar de niños cuyas edades oscilan entre apenas unos meses y los 16 años: Todos son desaparecidos.

Sus retratos, que no superan el tamaño de un timbre postal, miran de frente. Bajo sus gestos -sonrientes, expectantes o serios- se despliegan también sus nombres, sus datos, señas particulares y fechas de extravío, tal y como el artista Ilán Lieberman (DF, 1969) los halló y recortó de varios periódicos en una búsqueda que duró de 2005 a 2009.

La primera sensación ante la muestra Niño perdido, en el Museo de la Ciudad de México, es la de estar contemplando lápidas, pero sin cadáver, porque el desaparecido, a diferencia del asesinado, ni siquiera tiene estatuto: no es más que un fantasma sin tiempo ni lugar.

Lieberman señala que entre sus primeros recuerdos se encuentran las imágenes de niños desaparecidos transmitidas por televisión.

Un pequeño extraviado es concebido como el ser más vulnerable, dice. Pero en la medida en que prolifera el bombardeo de este tipo de imágenes, éstas pierden el poder de mover los afectos, porque se vuelven rutinarias.

"Cuando uno va creciendo en este País, uno se va desensibilizando", expresa. "Pasamos todos los días por los semáforos y vemos niños o indigentes que piden limosna, y ya se nos hace parte del paisaje. Eso es algo a lo que uno tiene que acostumbrarse al vivir en México".

¿Fotocopias o dibujos?

Las imágenes de los niños extraviados creadas por Lieberman parecen recortes de periódico o fotocopias, pero se trata de dibujos. ¿Lo son?

El ojo curioso se aproxima a las obras, pero incluso con una mirada más cercana sigue generándose la sensación de que se trata de impresiones o fotografías gastadas y reproducidas una y otra vez. Sólo con ayuda de una lupa salta a la vista aquello que estaba oculto: los pixeles fueron trazados a lápiz.

En ese momento, el observante, consciente de que su ojo ha sido engañado, cambia la forma de apreciar la obra.

El artista, quien estudió diseño gráfico en la escuela WIZO-Tzarfat, en Tel-Aviv (1984-1987), asume el papel de una máquina copiadora. Incluso, se ayudó de un microscopio para ejecutar tal encomienda manual. Pero ¿por qué tanta paciencia?

"Al descubrir en el periódico estas imágenes de los niños desaparecidos, me di cuenta que ya contenían toda la tristeza, la angustia, la desesperación..., todo estaba expresado ahí. Lo único que podía hacer era copiarlos tal cual, no hacer ningún...

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