Encuentros con México/ El movimiento de las manos

AutorRicardo Diazmuñoz y Maryell Ortiz de Zárate

Tercera de seis Partes

Ruta de las aves

"Nuestra imagen del pasado depende de nuestros ojos presentes, pero sin ella nuestros ojos no ven sino espejismos"

Fabienne Bradu

Mazatlán (Continúa)

Antes de abandonar Mazatlán, hay que entregarse a una experiencia singular: abordar un yate en la Marina Cid Resort y recorrer los canales aledaños a su club de golf y a su fraccionamiento residencial. Durante la travesía, mientras el asistente prepara los señuelos de múltiples formas, tamaños y colores, el capitán nos regala sus conocimientos sobre la conducta de los diversos peces y su alimento.

De regreso al muelle principal, hay que observar el arribo de las embarcaciones que salieron a las 7:00 horas. Los yates de diferente eslora ondean banderines; por su color sabemos si la presa fue un pez vela, un dorado o un marlin; por su número, la cantidad. Cuando uno ve a los pescadores reunidos en el muelle se percata de que forman un clan; abundan los elogios mutuos, y las fotografías junto a los grandes peces son inevitables. El intercambio de anécdotas y experiencias estimula el ánimo para la pesca de otro día.

La Noria, a 19 Kilómetros del Entronque; 26 Minutos

La población, aunque pequeñita, recibe constantemente a numerosos visitantes gracias a un famoso taller de talabartería dedicado especialmente a la manufactura de sillas de montar. Don Manuel Morán, propietario de La Noria, la Casa de la Piel, se dedica desde hace 45 años a este menester; su hijo Roberto, desde hace 17.

"La carrilla (el trabajo) es ardua pero interesante", nos comenta Roberto mientras graba la carnaza de res.

Los artesanos trabajan con empeño y esmero, saben que la calidad de su trabajo es muy apreciada. Una silla normal cuesta mil 500 pesos; las hay de 2 mil 500 y hasta de 5 mil; el precio depende del grabado, los adornos, las incrustaciones, el tipo de estribos y chapetones y del acabado de la cabezada.

Cuatro talleres se dedican a hacer los fustes (el alma de la silla) de madera de mango, copalillo y tecomate. El tecomate es el más duro, no se abre, lo que le da solidez al cuello, donde se afianzan las riendas.

Al caminar por la población, observamos que predominan los matices rosáceos y anaranjados en las fachadas. Las viejas casonas, algunas aún habitadas, nos hablan en voz baja de un antiguo prestigio. Los espacios encajan unos en otros con amabilidad, sin asperezas visuales. Calles y plazas se abren reposadas al viandante y en las encrucijadas cuelgan balcones florecidos.

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