Enrique Krauze/ Los dos Mori

AutorEnrique Krauze

Llega al poder de manera sorpresiva, casi por asalto. Ofrece cambios inmediatos: poca política, mucha administración. Promueve la coexistencia con los vecinos, acaba con guerrillas y gavillas, abre el país a la inversión externa. Instaura una especie de monarquía absoluta con ropajes republicanos. No deroga la Constitución, sólo la desvirtúa como en tiempos coloniales: "Obedézcase pero no se cumpla". Remueve a los magistrados incómodos del Poder Judicial y nombra a sus incondicionales. Neutraliza, inhabilita al Legislativo. Limita severamente la libertad de expresión y prensa. Corrompe a los críticos maleables, sataniza a los irreductibles. Descansa en un temible aparato de seguridad interior. Comparte el poder con un sector del Ejército. No se tienta el corazón para perseguir, apresar, torturar o asesinar. Proclama, en un principio, sus convicciones democráticas, pero conforme pasa el tiempo le va tomando gusto al poder: primero la reelección inmediata, luego la siguiente, luego la eternidad. ¿Qué puede hacer él, si sus colaboradores, si sus seguidores, si el pueblo se lo pide? Sólo le queda sacrificarse estoicamente. Hay que salvar a la patria del peligro incesante y quién si no él puede hacerlo. Es el "hombre necesario" o, para usar el adjetivo preciso, el "hombre providencial".

Porfirio Díaz Mori -ese Alberto Fujimori mexicano, cuyo segundo apellido era, según la inverosímil leyenda, de origen japonés- gobernó México por más de 30 años, con el solo interludio de un cuatrienio en el que, por razones tácticas, cedió el poder a su compadre. Se reeligió siete veces. Las elecciones tenían lugar puntualmente cada cuatro años (desde 1904 cada seis), pero todo México sabía de antemano quién sería el triunfador indiscutido. (El PRI tomó buena nota del método y lo industrializó). De nada servían las leves protestas de los lobbies democráticos yanquis de la época: para contrarrestarlos, el dictador se acercaba a dos imperios emergentes, Japón y Alemania. "El pueblo está preparado para la democracia" proclamó en 1908 a un periodista norteamericano, pero aquella declaración fue sólo el preámbulo a un gran fraude electoral en 1910. Y justo cuando México se disponía a festejar el centenario de su lucha de independencia, los fuegos artificiales en las calles, las plazas y los campos se confundieron con el estallido de una revolución que se prolongó por 10 años y cobró cientos de miles de vidas.

Díaz Mori, igual que ahora Fujimori, ignoró una lección...

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