Enrique Krauze / Concordia o discordia

AutorEnrique Krauze

Aprincipio de 1994, en otra hora difícil de México, releí el ensayo "Del Imperio Romano", de José Ortega y Gasset. Sus reflexiones en torno a la Concordia -tema central del mundo clásico, de Aristóteles a Cicerón- me parecían contemporáneas:

"La concordia ... cimiento último de toda sociedad estable, presupone que en la colectividad hay una creencia firme y común, incuestionable y prácticamente incuestionada, sobre quién debe mandar ... Cuando esa realidad, única cosa que disciplina y limita a los hombres ... se desvanece ... quedan sólo las pasiones en el ámbito social. El hueco de la fe tiene que ser llenado con el gas del apasionamiento".

Habíamos perdido la Concordia, "el mejor y más apretado vínculo de todo Estado" (Cicerón). Y habíamos entrado en la zona minada de la discordia, la profunda disensión que en Roma llevó a la guerra civil. El viejo sistema político mexicano había perdido legitimidad y se resistía a morir. A los pocos días estalló el levantamiento zapatista y más tarde el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, las turbulentas elecciones, el asesinato de Ruiz Massieu, el error de diciembre. A principios de 1995, un sector mayoritario de la clase política (incluido el Presidente Zedillo) extrajo por fin la conclusión que debía haber sacado al menos una década antes: la única manera de construir la Concordia era abrir paso a la democracia mediante la plena autonomía del IFE y el respeto al voto.

El país transitó por esa vía a partir de 1997. Tras las elecciones intermedias de ese año, el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y Cuauhtémoc Cárdenas llegó el Gobierno del D.F. Tres años más tarde la alternancia alcanzó al Poder Ejecutivo. En un gesto histórico, el gobierno de Fox, decepcionante en tantos sentidos, distendió el conflicto en Chiapas e invitó a los zapatistas a la capital. Parecía que, en efecto, México había resuelto su transición democrática en un marco de Concordia basado en una premisa universalmente asumida: debe gobernar quien obtenga la mayoría de votos.

Muy temprano en el sexenio tomó fuerza la precandidatura de Andrés Manuel López Obrador. Su estilo personal de acaudillar, sus frecuentes apariciones en los medios, el espinoso tema del desafuero fueron construyendo un liderazgo nacional. Los mexicanos discutiremos hasta el fin de los tiempos sobre la existencia o no del "fraude" sobre el cual AMLO edificaría su posterior estrategia política. En lo personal, siguiendo estudios de analistas respetables...

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