Enrique Krauze / La Generación mediática

AutorEnrique Krauze

En la ronda de las generaciones políticas, la de los nacidos entre 1966 y 1980 no tiene nombre. Se habla de la Generación X, como una tácita aceptación de la dificultad de bautizarlos. No se parecen a sus antecesores, que vivieron en carne propia las crisis del viejo "sistema", pero tampoco a sus hermanos menores, los "Millennials", cuya memoria no va más allá del siglo XXI. Los X son una Generación encabalgada entre el fin de un régimen y el principio de otro.

En términos políticos (que son los que atañen a este análisis), esta elite rectora se divide en dos vertientes: los que trabajan en el gobierno federal (empezando por el presidente Peña Nieto y varios ministros relevantes), el congreso, los gobiernos estatales, los partidos, las instituciones públicas autónomas; y aquellos que hacen política por otros medios, en los medios. En ambos casos, su misión debería ser consolidar el orden democrático. No está claro que lo estén haciendo.

Los primeros han fallado en comprender y calibrar el desencanto moral de México. En más de un sentido, han contribuido a él. Nada hubiese sido más importante en estos años que la aparición de un liderazgo ético que antepusiera a cualquier otro fin el combate a la corrupción, la impunidad, la inseguridad y la violencia. Por desgracia, no ha ocurrido, y ese vacío de autoridad ha colocado al país en una zona de incertidumbre sobre la supervivencia misma de la democracia.

En cuanto a la vertiente mediática, basta listar las decenas de conspicuos personajes de la prensa, la radio y la televisión para apreciar su predominio. ¿Qué los caracteriza? En primer lugar, las condiciones materiales. Es quizá la primera generación que ha podido vivir (y vivir bien) de su trabajo en los medios. Con una ventaja adicional: muchos tienen una existencia anfibia, con un pie en la academia. El contexto ayuda: con el arribo de la democracia, México goza de una libertad de expresión inexistente en los tiempos de la "Dictadura perfecta". Esa libertad, sobra decir, no es total: la acotan y reprimen (salvajemente) poderes locales, estatales, criminales (aliados, muchas veces, entre sí) pero ese acotamiento ya no es estructural al orden político.

Octavio Paz comentó alguna vez que su largo exilio de México había salvado su obra. De haberse quedado en 1944, habría sucumbido a tres demonios: "el periodismo, la burocracia y el alcohol". En el siglo XXI, la situación ha cambiado. Salvo en...

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