Enrique Krauze / Gracias, Cri Cri

AutorEnrique Krauze

En casa de mis abuelos, a mediados de los treinta, se escuchaba el programa de Cri Cri en la XEW. Tan pronto como aprendió a hablar español, mi madre se aficionó a sus canciones, en especial a "La Patita", "El chorrito" y "Caminito de la escuela". Veinte años después, en la casa de mis padres, mis hermanos y yo escuchábamos las canciones del "grillito cantor" en los flamantes LP de la RCA Victor que por entonces grabó el propio Francisco Gabilondo Soler. Nuestra favorita era "Di por qué, dime abuelita...". Pasaron más de veinte años y Cri Cri se convirtió en una presencia cotidiana para mis hijos. Su mamá -Isabel Turrent- y yo lo invocábamos a veces como un breviario de conducta: para que no sorbieran la boca ("Papá Elefante") o para que no le pusieran reparos a la comida ("La merienda"). Lo cantábamos para asustarlos ("Canción de las brujas") y para arrullarlos ("Juan Pestañas"). A León le entristecía la canción de "El venadito", que quería jugar con su reflejo en el agua. A Daniel le divertía -creo- oírme imitar con voz baja y temblorosa: "¿Quién es ese que anda allí? Es Cri Cri, es Cri Cri...".

Francisco Gabilondo Soler nació el 6 de octubre de 1907 y murió en 1990. Ahora lamento no haber procurado conocerlo. Le hubiera preguntado muchas cosas: ¿Qué lo llevó a tomar en serio la profesión de boxeador y torero? ¿Es verdad que quiso ser, como su amigo Agustín Lara, un autor y cantante de música romántica? ¿Cómo se hizo capitán de corbeta? ¿Por qué viajó a los mares del sur? ¿Cómo vivió, paso a paso, su vocación por la astronomía? ¿De qué dolores terrenales escapaba? Cri Cri tenía un don particular para comprender los quehaceres de la vida práctica. Y tenía el genio del animismo: insuflaba vida humana en el mundo de la naturaleza. En sus canciones, la música y la letra -observa Mario Lavista- empalman con perfecta armonía. Pero en esa producción memorable reside el mayor de los enigmas: ¿Qué extraña conjunción biográfica ocurrió en su vida para concentrar la mayor parte de su obra (las mejores 120 canciones, de un total de 210) en tan sólo tres años (1934-1936) de intensa creatividad?

Ésas y muchas otras perplejidades me han asaltado ahora, al releer la obra antológica Las canciones completas de Francisco Gabilondo Soler, Cri Cri, que compiló y publicó nada menos que Gabriel Zaid, en 1999. Esta vocación zaidiana de editar la poesía popular con igual rigor que la poesía culta, se había reflejado mucho antes, en su maravilloso Ómnibus de...

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