Enrique Krauze / Un guardián de la cultura

AutorEnrique Krauze

No quiero dejar pasar más tiempo sin recordar a Fausto Vega y Gómez, fallecido en mayo del año pasado. Menos ahora que atravesamos por una época de descomposición moral en la que hacen falta figuras como él. Por cerca de tres décadas fue secretario de El Colegio Nacional. Comencé a tratarlo a raíz de mi ingreso a esa institución. Aunque conversábamos en los almuerzos posteriores a las juntas de consejo, sentí conocerlo mejor en una comida con directivos del Canal Judicial. Se trataba de discutir los detalles de un convenio para producir programas sobre las actividades y los miembros de nuestro colegio.

Aquel fue un eco fugaz de la bohemia literaria de los años cuarenta. Llegamos al Centro Castellano (elegido por él) a las 2 p.m. Fausto, risueño siempre, presidió la ceremonia. Como dirigiendo una sinfonía, ordenó cada tiempo cuidadosamente deteniéndose sobre todo en los vinos: "este Rioja es buenísimo, y este Duero, aún mejor". A eso de las seis hice el ademán de despedirme. Fausto quedó absolutamente desconcertado: ¿cómo que te vas? ¡Pero si apenas estamos comenzando!

Nadie se emborrachó aquella tarde. Lo importante era el ágape, comer y beber con amigos para conversar. Fausto estaba feliz. Narró anécdotas deliciosas, deslizó algunos chismes del ayer, hizo un recuento de las joyas que atesora el Colegio: las conferencias grabadas, las imágenes y transcripciones, la biblioteca con las obras completas de todos los miembros, la pinacoteca con los retratos de los fallecidos. Elogió la reconstrucción que hizo Teodoro González de León, convirtiendo al edificio de nuestro colegio en uno de los más bellos y apacibles espacios del Centro Histórico.

Se sentía depositario de un legado histórico. En su austera oficina me contó cómo de joven solía ir en peregrinación a El Colegio Nacional con sus amigos más cercanos para escuchar a Diego Rivera, Antonio Caso y José Vasconcelos. Solía hablar con afecto de los vivos, cuya obra valoraba porque la conocía de verdad. Con un personal exiguo se ocupaba de conseguir fondos, formular la orden del día, cumplir las resoluciones de las diversas comisiones (memoria, difusión, imprenta, gobierno, finanzas y demás), integrar expedientes de candidatos, organizar y promover las conferencias, etc.

Solo después de su muerte (cerca de cumplir los 93 años de edad) supe algo de sus orígenes y juventud. Había nacido en Córdoba, hijo de un magistrado cultísimo...

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