Enrique Krauze / Magníficos destructores

AutorEnrique Krauze

Daniel Cosío Villegas dividía a los hombres públicos de México en dos categorías: los que construían y los que destruían. En marzo de 1947 escribió sobre nuestros presidentes:

Fueron magníficos destructores, pero nada de lo que crearon para sustituir lo destruido ha resultado indiscutiblemente mejor.

Le dolía haber llegado a esa conclusión. Como muchos compatriotas, de joven creyó que ser presidente era como ser Dios, creador del mundo. Recuerdo una anécdota significativa. Ocurrió en octubre de 1974 en el auditorio del viejo Colegio de México (situado entonces en la calle de Guanajuato y desaparecido en el terremoto de 1985). Don Daniel presidía un examen profesional. "¿Quiso usted alguna vez ser presidente de México?", le preguntó Jean Meyer. Aparentó ponerse serio. Carraspeó, como era su costumbre, se allegó el micrófono, y dijo: "Nunca, jamás, en ningún momento ... (larga pausa) ... he negado que quise ser presidente de México". Todos reímos de buena gana, pero sabíamos que no bromeaba del todo.

En sus Memorias (publicadas póstumamente por Joaquín Mortiz en 1976) hizo la suma de sus fugaces encuentros con los presidentes:

Vi (y de bien lejos) una vez a Porfirio Díaz, y hablé una vez única con Carranza, Calles, Portes Gil y Díaz Ordaz. Con Cárdenas hablé dos veces, y con Ruiz Cortines y López Mateos unas tres.

Curiosamente, el recuento omitió a Álvaro Obregón, a quien conoció en 1921, en el marco del Congreso Internacional de Estudiantes. Quizá su fantasía presidencial provenía de entonces. Cosío presidía las dos federaciones de estudiantes (la mexicana y la internacional) que convocaron a ese encuentro, que presidió también. Tantas presidencias acumuladas lo hicieron soñar con "la grande". Y Obregón, en presencia de José Vasconcelos, se lo anunció: "Después de mí, sigue Pepe; y después de Pepe, usted".

No siguió Pepe ni siguió Daniel. No fue presidente y ni siquiera secretario de algún ramo para el que estaba singularmente dotado, como Educación o Relaciones Exteriores. Alguna vez le pregunté la razón, y me respondió: "porque tengo una N de NO en la frente". Pero además de su temple crítico, pronto descubrió que la marginalidad política obraba a su favor porque gracias a ella podía edificar una obra valiosa y perdurable. Y precisamente por haber pertenecido a la Generación de 1915, que construyó el andamiaje institucional del país, don Daniel criticaba a las figuras opuestas: los destructores.

Siempre le...

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