Enrique Krauze / Prioridades nacionales

AutorEnrique Krauze

Borges dijo alguna vez que "México vive obsesionado por la contemplación de la discordia de su pasado". Ahora podría agregar "y de su presente". Siempre hubo algo falso y simplificador en reducir la historia nacional a la querella entre indígenas y españoles, realistas e insurgentes, conservadores y liberales, reaccionarios y revolucionarios. Hoy parecemos estar detenidos en dos versiones encontradas sobre el destino de México: la que comulga, y la que no comulga, con López Obrador.

Por casi seis años la dicotomía ha sido paralizante y opresiva. También omnipresente. Nos desayunamos, comemos, cenamos y hasta soñamos con ella. Debemos superarla. El mexicano común, el que no vive obsesionado en la contemplación del pasado sino en las urgencias del presente y las angustias del futuro, tiene otras prioridades, que son las verdaderas.

Ante todo, espera que vuelva la paz interna y con ella la posibilidad de recorrer los caminos, las calles y las plazas del país sin temer un asalto; de atender un pequeño negocio sin sufrir una extorsión; de dormir sin zozobra por la seguridad física de los hijos. Acotar la violencia criminal llevará años, quizá generaciones, y requerirá la convergencia eficaz de muchas medidas públicas. Pero requerirá también de un imprescindible consenso nacional contra el crimen que hasta ahora, increíblemente, no existe, porque la interminable discordia política distorsiona su sentido y aplaza su realización.

Otra prioridad nacional es el crecimiento. Aunque el país crece más que las maltrechas economías europeas y aun que Estados Unidos, la pobreza de decenas de millones de compatriotas es nuestra lacra histórica. Si logramos crecer dos dígitos más, la pobreza podría paliarse, habrá empleo y decaerá la delincuencia. Por añadidura, según diversos órganos especializados, el contexto internacional es inusualmente propicio. Hay que actuar con resolución, como China o India actuaron en su momento, pero el obstáculo no está en los fines sino en los medios. Y allí topamos, una vez más, con la discordia presente.

Un sector amplio de la sociedad reclama la aprobación de reformas estructurales en diversos ámbitos como el laboral y el energético. La izquierda, en términos generales, se opone a ellas. Su postura no es homogénea. Hay voces que declaran su admiración por el modelo venezolano (y aún por el... ¡norcoreano!) mientras que otros voltean con interés hacia el brasileño, donde tres presidencias venidas de la izquierda más pura y...

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