Enrique Krauze / Reelección, nunca

AutorEnrique Krauze

Los recientes y vergonzosos hechos de Baja California en los que la legislatura local -incluidos los diputados de la llamada oposición- votó a favor de ampliar el mandato del gobernador electo Jaime Bonilla, me hicieron recordar un episodio similar en octubre de 1992.

Ocurrió en San Luis Potosí. Las "fuerzas vivas" del PRI en aquel estado -cuna del Partido Liberal, lugar donde Madero proclamó su famoso plan bajo el lema de la "no reelección"- decidieron que el ingeniero Gonzalo Martínez Corbalá, gobernador interino, debía y podía continuar su mandato.

Los demócratas potosinos, muchos de ellos partidarios del doctor Salvador Nava que acababa de morir, protestaron airadamente. Los amigos de Nava lo hicimos también, no solo por los vínculos que nos unían a aquel líder inolvidable sino por la elemental convicción de que al infringir en el nivel estatal la "no reelección" se estaba sondeando el ambiente para la reelección presidencial. Y apoyamos a Cuauhtémoc Cárdenas en la formación de un Frente Antirreeleccionista Nacional.

José Gutiérrez Vivó, gran figura de la radio, me invitó a hablar sobre el tema. Se trataba de darle perspectiva histórica. Llegué preparado. Mencionaría, en primer lugar, el asesinato de Álvaro Obregón, que selló con sangre el principio maderista. Los móviles de su asesino eran religiosos pero en las carpas se decía lo contrario. En un sketch famoso, alguien le preguntaba a Roberto "El Panzón Soto" quién había matado a Obregón, y éste contestaba: "Cálles...e la boca".

Calles, en su famoso discurso de 1928, declaró terminada la era de los caudillos y dio comienzo a la de las instituciones. El PNR nació al poco tiempo para poner un orden a la ambición presidencial, pero Calles decidió pastorear el proceso erigiéndose en "Jefe Máximo". Una vez más el ingenio popular malició: "Aquí vive el presidente, pero el que manda vive enfrente".

Lázaro Cárdenas fue el primer presidente en asegurar el principio de la "no reelección", en dos momentos cruciales. Frente a la hegemonía de Calles, en vez de matarlo (a la usanza de los sonorenses) lo expulsó del país sentando un precedente de civilidad. Pero el segundo momento no fue menos decisivo: a pesar de contar con un arraigo popular sin precedentes, y habiendo fortalecido al PRM incluyendo al ejército en sus filas, no dudó un segundo en ceder el poder a su sucesor (el moderado Manuel Ávila Camacho) y se abstuvo de ejercer presión alguna sobre su...

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