Enrique Krauze / Réquiem por tres amigos

AutorEnrique Krauze

La vida comienza a volverse una larga despedida. Eso sentí hace unas semanas al enterarme de la muerte de tres personas queridas. Sus trayectorias merecen un obituario formal (noble e infrecuente género que sólo practican entre nosotros José Emilio Pacheco y Miguel Ángel Granados Chapa). A mí el espacio sólo me permite dejar unos apuntes al vuelo.

El primero fue el respetadísimo contador público Humberto Murrieta. Por muchos años trabajó en la firma Price Waterhouse. A fines de los años ochenta, en Vuelta habíamos pasado de ser una Asociación Civil a una Sociedad Anónima y necesitábamos que el tránsito fuese lo más profesional y ordenado posible. Murrieta entró al quite y junto a Santiago Creel (en tiempos anteriores a su pasión política) convirtió nuestra pequeña empresa en un reloj de precisión, al menos en su aspecto corporativo y contable. Todos apreciábamos la caballerosidad, la cortesía infinita y la discreción de Humberto. Cuando en los años noventa fundamos una nueva asociación civil (llamada Letras Libres), él la pastoreó hasta la muerte de Octavio Paz y vigiló su transformación posterior en Amigos de Octavio Paz A.C. Tiempo después puso su experiencia al servicio de la revista Este País. Siempre supe de su calidad humana pero nunca imaginé la lección que nos daría a todos (familiares, amigos, colaboradores) en su larga enfermedad. "Nos llevó de la mano en el proceso. Nos enseñó a morir en paz -ha escrito su hijo Humberto-. Mi papá nos permitió verlo siempre a él y no a la enfermedad o al enfermo...". Humberto, puntual gerente de la vida, organizó hasta los últimos detalles de su fin, incluidas las bebidas en el velorio y la redacción de su esquela. Dos o tres días antes de su muerte le hablé para ofrecerle ayuda práctica en algún trámite pendiente que llegó a mis oídos. Pero ya lo había arreglado todo. "Gracias a mi papá -agrega su hijo- el dolor se disipa y hemos logrado ver lo natural de una muerte". Era un hombre de fe, de trabajo y de familia. De esas fuentes extrajo su fuerza. Erasmo de Rotterdam, en su Preparación para la muerte, lo habría encomiado.

Joaquín Ibarz fue un periodista de cepa. Nacido en Aragón en 1943, hijo de la transición española y avecindado en México por casi treinta años como reportero de La Vanguardia de Barcelona, Joaquín cubrió, reporteó y comprendió la transición política en México mejor que la mayoría de sus colegas. Lo recuerdo en las jornadas democráticas en Chihuahua en 1986, compartiendo el nuevo...

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