Enrique Krauze / El trauma nacionalista

AutorEnrique Krauze

La escena ocurrió en el departamento de Octavio Paz, durante la visita oficial de Jimmy Carter, en febrero de 1979. México vivía el delirio petrolero y López Portillo atravesaba el cenit de su presidencia imperial. Llegó eufórico y lenguaraz. "Vino hacia mí Carter -nos contó, reproduciendo con su puño y su quijada desafiante la epopeya que narraba- y en el momento en que le apreté la mano me dije: '¡a éste ya me lo chingué!'". Se burlaba del "pobre" Carter, que mientras "pedía perdón" a los mexicanos en el Congreso sufría "la venganza de Moctezuma". ¡Qué perdón ni qué ocho cuartos! Ahora, con la nueva e inagotable riqueza petrolera, "administrando la abundancia", México vengaría la afrenta de 1847 (que él, como descendiente de una vieja familia criolla, vivía con un resentimiento contemporáneo). Sirvieron las copas y propuso un brindis: "¡por la Reconquista!".

Conocemos el desenlace: el país se precipitó en una terrible crisis económica. El gobierno "se chingó" a sí mismo, y a los mexicanos. Los sueños de reconquista quedaron en vanas quimeras. La historia de ese desastre está en el libro de Gabriel Zaid: La economía presidencial, que recoge sus ensayos de la época, incluido uno de lectura obligada: "El presidente apostador". Había, en efecto, algo de gallero jalisciense en su afán de jugarse todas las divisas del país en el palenque petrolero, y perderlas. Y como "Jalisco nunca pierde, y si pierde arrebata", al llegar la del estribo no discurrió otra cosa que repetir el libreto nacionalista de 1938 y "nacionalizó" los bancos ... nacionales.

El nacionalismo ha sido una de las ideologías más poderosas y devastadoras desde el siglo XIX. En pocos países goza de la buena prensa que tiene en México. George Orwell -que detestaba el nacionalismo aún en la inocua variante del futbol- hizo la distinción entre patriotismo y nacionalismo: "Por patriotismo entiendo una devoción a un lugar particular o a una determinada forma de vida ... El nacionalismo, en cambio, es inseparable de la voluntad de poder". El nacionalista podía ser ofensivo o defensivo pero siempre ve "la vida en términos de victorias, derrotas, triunfos y humillaciones ...". Quien alimenta o padece esa visión exaltada y obsesiva de la historia -concluía Orwell- termina por desarrollar una "indiferencia a la realidad".

Es verdad que en el caso mexicano el nacionalismo tiene raíces profundas: la infame invasión de 1847 y la actitud, durante y después de la Revolución, de las compañías...

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