Enrique Krauze / ¡Viva la discrepancia!

AutorEnrique Krauze

Para Fernando Solana.

Javier Barros Sierra encarnó una figura inusual en nuestra historia: fue un líder cívico. No tenía poder político: tenía autoridad moral. Convocaba el respeto por su sobresaliente trayectoria profesional, su clara inteligencia y, sobre todo, por su valentía. Lo vi por primera vez el 1 de agosto de 1968, en la legendaria marcha por Insurgentes, cuando encabezó a un amplio contingente de universitarios para protestar por el allanamiento de la preparatoria. Tiempo después lo traté en el Consejo Universitario. "En la medida que sepamos demostrar que podemos actuar con energía, pero siempre dentro del margen de la Ley -declaró el rector-, afianzaremos no sólo la autonomía y las libertades de nuestra Máxima Casa de Estudios Superiores, sino que contribuiremos fundamentalmente a las causas libertarias de México". Ese fue justamente su legado: ensanchó nuestras libertades.

Barros Sierra moriría poco tiempo después, en agosto de 1971, a la edad de 56 años. El pasado 25 de febrero se conmemoró el centenario de su natalicio. En estos tiempos de desorientación política y moral, consuela recordarlo.

Hijo de don José Barros Olmedo y doña María de Jesús Sierra Mayora, Javier Barros Sierra tenía el aire y elegancia de don Justo, su ilustre abuelo: alto, de noble y gran cabeza, uno percibía de inmediato al humanista detrás del ingeniero. Había estudiado en la Secundaria 3, en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Escuela Nacional de Ingeniería, en Minería. No solo fue ingeniero civil, sino Maestro en Ciencias Matemáticas. Perteneció a un grupo destacadísimo de jóvenes matemáticos (Carlos Graef Fernández, Alberto Barajas) cuyas investigaciones alcanzaron reconocimiento internacional.

La trayectoria de Barros Sierra -similar a la de otros profesionistas de la época, y muy distinta a las pautas actuales- fue de la academia a la iniciativa privada, y de ahí -ya consolidado un honrado patrimonio personal- al servicio público, que Barros Sierra concebía como "una entrega sacrificial a la Patria". Riguroso, preciso, irónico, impartió Cálculo Diferencial e Integral en la Facultad de Ciencias (materia de la cual escribió un libro). Al inicio del período alemanista cambió de casaca y fundó (junto con Bernardo Quintana y Fernando Hiriart, entre otros) la famosa empresa ICA (Ingenieros Civiles Asociados). Su labor se concentró en el diseño estructural. Literalmente, "puso manos a la...

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