Entrevista / Elba Esther Gordillo / 'Soy un bicho raro'

AutorMario Gutiérrez Vega

En su muñeca derecha, Elba Esther Gordillo lleva una pulsera de donde cuelgan las imágenes de San Charbel y San Judas Tadeo. En la izquierda una pulsera de ámbar para el "mal de ojo".

La maestra con mayor poder político en el país se protege. Tuvo suficiente con ver cara a cara a la muerte hace dos años. La hepatitis C la mandó al hospital y recibió un agresivo tratamiento médico que la debilitó, al grado de retirarse de la vida pública.

Los amuletos también son para alejar el ataque de sus enemigos. No son pocos, asegura. Aunque ella prefiere sumar amistades y presumirlas con la seguridad de quien las observa fieles. "Tengo más de un millón de amigos, de compañeros. Nos queremos, nos apreciamos y nos respetamos, de veras", dice en referencia a los miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).

Tiene clara su fuerza y asume, sin cortapisas, su posición como figura influyente en la política nacional. Gordillo es la presidenta del SNTE, la organización gremial más numerosa de América Latina. Pertenece a ella desde hace 46 años y desde entonces escaló posiciones hasta llegar, en 1989 y con la venia del presidente Carlos Salinas de Gortari, a la secretaría general, que dejó en 1995.

A la par, su carrera política ha sido vertiginosa. Fue senadora, tres veces diputada federal y delegada en la Gustavo A. Madero. Dentro de su partido, el PRI, sus cargos no han sido menores. El último: secretaria general del Comité Ejecutivo Nacional.

Su imagen es polémica y genera opiniones encontradas. A la Maestra, como le llaman, se le conoce por su rebeldía, obstinación y carácter firme. Busca sus objetivos con decisión y pelea por alcanzarlos a toda costa.

Pero en esta mujer de facciones duras también hay otro rostro. Los vestidos y los zapatos son su afición, su debilidad. En lo más agudo de su enfermedad, las compras le sirvieron como desahogo. Cuenta entre risas que en una ocasión adquirió cuatro pares de zapatos del mismo modelo y color. Reconoció su manía y fue a devolverlos.

La enfermedad cambió su vida. Procura que los problemas no afecten su salud, aprendió a nadar y dedica dos horas diarias a ejercitarse. Hoy, sus tres nietos son prioridad. "He tratado de disminuir un poco la intensidad de trabajo, pero estoy viendo la cuestión sindical y pensando construir una propuesta muy seria en materia educativa".

¿La enfermedad es lo más duro que ha enfrentado?

Ha sido el reto de la Elba Esther real, el reto personal, es el descubrir el valor de la vida, de los afectos. Fueron momentos de reflexión muy difíciles.

¿Mucho más que los retos políticos?

Físicamente sí, pero con la moral muy en alto por los afectos de mis compañeros, por mi familia, por las ganas de vivir. En mi concepto de espiritualidad ha sido un reto.

Para entender la personalidad de Elba Esther Gordillo es necesario acercarse a su infancia y adolescencia. Ambas, marcadas por golpes y hechos que dibujan su destino. En particular, en su carácter permanece la huella indeleble de tres hombres.

Su abuelo, Rubén Morales Trujillo, era un importante finquero de Comitán, Chiapas, dedicado a la explotación agrícola y que llegó a producir aguardiente para comercializarlo. Aquí, en el seno de esta familia adinerada nació Elba Esther el 6 de febrero de 1945.

Su infancia fue solitaria, recuerda. Desde pequeña padeció los malos tratos de su abuelo. Sin embargo, lo que más le hacía sufrir era observar la opresión a la que era sometida su madre, Estela Morales.

Esos abusos la llevaron a formar un carácter rebelde y a observar cómo su abuelo ejercía el poder con autoritarismo. Los castigos eran severos y no había momentos de disculpa. Estela Morales lo vivió en carne propia: escapó de su casa para huir al Distrito Federal con Daniel Gordillo y, por un tiempo, don Rubén no quiso saber nada de su hija.

La fuerza del patriarca se conjugó con el vacío que dejó su progenitor. "Algo que domina mucho en mi vida es la ausencia del padre y la forma en que murió", asiente. En 1947, la pequeña Elba estaba por cumplir dos años. Su padre, Daniel Gordillo, llegó a casa aquejado por un dolor. Como siempre, su hija atravesó el patio para recibirlo, pero a unos centímetros de encontrarse, la...

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