Entrevista / José Mujica / 'Ya no alcanza con el desarrollo económico'

AutorZoé Robledo y Marco Enríquez-Ominami

Es Viernes Santo, estamos en Rincón del Cerro en las afueras de Montevideo, en la casa del político más admirado del mundo, mientras la izquierda en Latinoamérica está a punto de morir. Pepe Mujica vive en la localidad de Paso de la Arena, una zona semi rural ubicada a casi una hora de Carrasco, la zona más rica de la ciudad, y a años luz del despilfarro asociado al estilo de vida de los políticos.

Las calles son de tierra, no por falta de riqueza, sino porque aquí se entiende que no hay riqueza más grande que la sencillez. José Alberto Mujica Cordano ha vivido aquí toda su vida, incluidos los 5 años que fue Presidente de Uruguay (2010-2015). "Me querían meter a una casa de 4 pisos que para tomar un té, tenía que caminar como 3 cuadras. ¡Están locos!".

Sólo dos policías custodian el lugar desde una caseta portátil, y no están ahí para impedir que le hagan daño, sino por los peregrinos políticos que quieren conocerlo, abrazarlo, tomarse una fotografía con él. Un letrero escrito a mano lo advierte:

"DISCULPEN, EL SENADOR PEPE MUJICA NO PUEDE RECIBIRLOS POR FALTA DE TIEMPO". Porque Mujica, a sus 82 años, es senador. Cosa rara: un político que después del poder vive en la misma casa, sigue casado con su esposa y tiene necesidad -y gusto- de trabajar.

Como Presidente, Mujica dio al mundo una cátedra de lo que debe ser la política: principios, ideas y rectitud. No ejerció el poder con los elementos simbólicos asociados al poder. En su vida como Presidente no hubo protocolo ni parafernalia. Quizá por eso hoy, que ya no lo es, Mujica no los necesita. La de José Mujica y Lucía Topolansky es una casa normal. Hay ropa colgada en el tendedero, el ligero desorden que revela que aquí no hay "servidumbre" ni pretensiones. Es una casa normal y, por ello, Pepe nos recibe como recibe una persona normal a visitantes en un día de asueto: con un medio pantalón, crocs negros y una camisa a la que le falta un botón.

Celebridad política, Mujica muestra cierta molestia ante al apodo de "el Presidente más pobre del mundo". Sabe que eso no es lo más importante y que muchos de los que dicen admirar su humildad serían incapaces de imitarlo: "Soy una especie de cosa folklórica que está ahí. Lo sé perfectamente. No me chupo el dedo". Por eso mismo, el interés de esta entrevista es alejarse de las idiosincrasias y los lugares comunes y hacer un verdadero diagnóstico sobre el estado de salud de la izquierda en Latinoamérica.

El contexto es de muchas interrogantes: la Cumbre de las Américas en Perú desinvitó a Maduro, iba a recibir por primera vez a Trump, quien la deasiró de último momento. Hay cuatro elecciones en puerta y, salvo México, en el resto de los países la derecha avanza. En Costa Rica, en febrero, ganó la primera vuelta electoral Fabricio Alvarado, diputado, periodista, locutor y cantante de música cristiana. En Paraguay, la elección del 22 de abril podría terminar con el regreso del derechista Partido Colorado en la persona de Mario Marito Abdo Benítez, hijo del ex secretario del dictador Alfredo Stroessner. En Colombia, rumbo a la elección del 27 de mayo, el favorito es Iván Duque Márquez, del Centro Democrático, partido de derecha radical fundado por el ex presidente Álvaro Uribe, que se opuso al proceso de paz. Y, mientras tanto, Lula está preso; Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, enfrentado y seriamente cuestionado por su sucesor, Lenín Moreno; Cristina Kirchner en el banquillo de los acusados y Raúl Castro preparando y aplazando su salida del poder en Cuba.

El...

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