Cómo entrevistar a una estrella de rock...

AutorFernando García

6 de noviembre de 1997. Corro por un pasillo que comunica el subsuelo con la cancha de futbol del estadio Ibirapuera de San Pablo hasta que me desplomo. Atravesado por 1500 kilovatios de ansiedad, echo mano a una libreta color turquesa que llevo en el bolsillo del tejano. El movimiento desesperado del bolígrafo intenta sobre la hoja un garabato a la Jackson Pollock (ya quisiera), hasta que vuelve la tinta al boli y vuelve la sangre al cuerpo.

Tengo que concentrarme, llegar hasta el fondo en los detalles de la última media hora transcurrida. Algunas de mis preguntas las tengo escritas de antemano.

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Había tenido que esperar casi dos horas a David Bowie en un set improvisado nada menos que en los vestuarios donde el São Paulo juega de local. Tiempo suficiente para -mientras el Duque Blanco acababa de relajarse en su suite de mil setecientos dólares por noche en el increíble hotel Maksoud Plaza- poder registrar las peculiares condiciones de la entrevista, tan distanciadas de la idea de grandeur asociada a la figura frágil y sofisticada de Bowie (casi una marca de elegancia en los tiempos del cólera). Veamos qué hay en la libreta.

"Estamos en el subsuelo del Estádio do Ibirapuera, en una zona semi residencial de San Pablo, la ciudad de los hombres-bolsa del Amazonas, bajo unos quince mil pies que patalean por el impacto naive wave de No Doubt, y el 'vestiario' (sic, ¿será el lugar donde se cambian de ropa las 'vestias'?) se ve y huele a sucio...".

Tengo que trazar ahora, a toda prisa, un boceto de El hombre que cayó a la tierra o bien, esta noche, uno de El hombre que cayó al "vestiario" con casi dos horas de retraso.

Lo que dice la libreta sobre David Bowie en el subsuelo del estadio Ibirapuera, hacia las 22 horas: "Luce casual: bermudas oscuras, zapatillas deportivas, calcetines caídos, camisa larga y abierta y camiseta debajo. Fuma cigarrillos de tabaco suave, pide que le sirvan café negro".

Anoto, además, una palabra en inglés, la primera palabra que le oí decir a David Bowie en el vestiario: terrific.

Es importante, muy importante, que la primera palabra que le haya escuchado decir en persona a David Bowie sea terrific, que quiere decir, al mismo tiempo, terrorífico, terrible, tremendo, estupendo, fabuloso, maravilloso y extraordinario. Podría ser un magnífico título para la historia de su vida y para describir mucha de la música que ha grabado y tocado: Terrific.

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Dijo terrific apenas cruzó la puerta del vestiario y se encontró con uno de sus colaboradores, que ya tenía lista para él su taza de black coffee, y conmigo, ambos sentados en unos butacones negros, separados de las duchas por un tabique de azulejos de color azul claro.

Dio un repaso rápido al lugar con la mirada; se rió -no...

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