Ernesto Diezmartínez / Vecinos incómodos

AutorErnesto Diezmartínez

Hace un año, en la conferencia de prensa de El sustituto (2008) en Cannes 2008, alguien le preguntó a Clint Eastwood si no pensaba volver a interpretar, aunque sea por última vez, a su emblemático policía de pocas palabras y rudas maneras Harry "el Sucio" Callahan. Con buen humor, Eastwood dijo que no: "Saben, ningún cuerpo de la policía aceptaría a alguien de mi edad".

Por lo mismo, cuando hace unos meses empezaron a circular las imágenes de su largometraje número 29, Gran Torino (Ídem, EU, 2008), con Clint blandiendo chico escopetón, sacando un arma de su chamarra y mascullando entre dientes una de sus célebres "one-liners", el desconcierto y la emoción fueron mayúsculos. Si eso no era "El regreso de Harry el sucio", se le parecía mucho.

Eastwood no encarna a Harry, por supuesto, pero sí a alguien que podría ser su pariente cercano: un anciano viudo, Walt Kowalski, veterano de la Guerra de Corea, trabajador automotriz durante medio siglo, hosco, seco y racista, sin una sola palabra amable que decirle a nadie, mucho menos a sus vecinos orientales Hmong, ante los que ni siquiera trata de disimular su rechazo.

Una serie de circunstancias hará, sin embargo, que el viejo polaco gruñón no sólo se acerque a esos "chinitos", sino que termine convertido en una suerte de ángel guardián vengador/redentor de toda su comunidad.

Como cineasta y como actor, Eastwood ha sido un maestro en dinamitar todas las expectativas y este filme no es la excepción.

Es cierto que el guión de Nick Schenk cae en uno que otro momento de torpe didactismo (Clint diciéndole al espejo que tiene más en común con esos extraños orientales que con su propia familia "podrida", algo que ya sabemos), pero la historia, en general, y la...

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