Una escalera al cielo

AutorBeatriz de León

Las horas de Sergio González Rodríguez parecían ser infinitas, le daba tiempo para estar al día en literatura, política, cine, filosofía, música; participar en actividades culturales y analizar la barbarie, los fenómenos culturales internacionales o las novedades fílmicas. Obsesivo y perfeccionista en su trabajo intelectual, estaba en todo y su escritura no tenía límites.

"Hay que ver más allá de la comarca", decía.

Sergio era un personaje que se multiplicaba, transformaba, desdoblaba e iba poblando su propio universo de ideas, compartido generosamente con todos; un erudito que nunca negaba su conocimiento a quienes se le acercaban.

El periodismo, la literatura y la música fueron sus pasiones, vertientes de su vida que lo colocaron como pieza fundamental de la cultura mexicana y una presencia crítica imprescindible en la prensa, como sus colaboraciones en las páginas de Reforma, en las secciones de Cultura, Primera Fila, R y, sobre todo, El Ángel, suplemento dominical que enriqueció por 20 años.

Formado en el periodismo cultural y la literatura, fue extendiendo sus horizontes a ese periodismo que cala hondo y remueve conciencias. Hasta el último momento de su vida, defendió el oficio, un periodismo centrado en la precisión, la profundidad y muy bien escrito, porque, para él, el verdadero periodismo es literatura sin ficción.

Lo han llamado el cronista de la violencia y la barbarie, yo le llamaría el buscador de la justicia, un hombre que confiaba en la palabra como un camino para el restablecimiento del orden y la reivindicación de la víctima.

Le dolía la injusticia, el cinismo y el silencio cómplice que envilece a un país cada vez más fracturado por el homicidio, la delincuencia organizada, el narcotráfico y la impunidad.

Además del rigor en la investigación, sus grandes preocupaciones eran el dolor de las víctimas y la importancia de la memoria, el periodismo como una vía para consignar los hechos, para dejar un registro de la evolución e involución del entorno. Un periodismo asumido con ética y valentía que le atrajo la atención y el reconocimiento internacional.

Aunque, a veces, le ganaba la desilusión: "En este país, arriesgas todo y nada cambia...".

Su libro Huesos en el desierto (2002) marcó un parteaguas en México, abrió el camino a un periodismo agudo y valiente que recorrió los horrores de una Ciudad Juárez donde brotó un cáncer que en apenas dos décadas ha hecho metástasis en todo el país.

El punto central de esa crónica...

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