Escalera al cielo / Año de aniversarios

AutorSergio González Rodríguez

¿Qué vamos a hacer con tantos muertos ilustres? ¿Pan de Muerto, Rosca de Reyes? En 2014, tenemos una tarea difícil y, al mismo tiempo, fácil.

La tarea fácil es entregarse a lo que nuestras instituciones culturales entienden por homenajear o conmemorar, y con ellas gran parte de los medios de comunicación y la academia: el repaso a los logros de los celebrados, el tributo a su memoria, la reedición de algunas obras, la convocatoria a su lectura (casi siempre desoída). Y algunas exhibiciones alusivas en museos, o mesas redondas, coloquios, oportunismo edilicio, concursos evocativos, etcétera.

Las instituciones se enfocan a gastar así recursos financieros y humanos, y, por lo tanto, concitan la probable facilidad con la que resuelven una contingencia de cariz imprescindible: para eso están ellas, para revalorar la tradición, para cuidar nuestro panteón en el que pululan decenas si no cientos de guardianes del cumplimiento de aquello que todo buen trabajador de cementerio sabe hacer: consumar apologías, defender enterezas, cuidar reputaciones y tumbas e, incluso, atacar a los malquerientes que haya que atacar.

En las ocupaciones descritas nada hay de nuevo: de tal modo ha sido desde la modernidad. Ante la fama de los celebrados, los epígonos y herederos putativos sólo pueden cantar a media voz aquello de "Lástima que seas ajena/el fruto prohibido que jamás, comí"...

Por causas históricas, nuestras instituciones culturales han vivido en los últimos años de los prestigios de creadores que han pasado a mejor vida en este lapso. Su celo conmemorativo ha desmerecido de su voluntad ante lo nuevo. Mientras en el medio literario conviven escritores de entre 25 a 85 años de edad, en una muestra vital y diversa de su fuerza imaginativa, patente en los libros que publican, las instituciones (y buena parte del público también) privilegian el oficio fúnebre en demérito de lo inmediato. Olvidan lo que decía André Gide: "Sabio es aquel que constantemente se maravilla de lo nuevo".

Para colmo, hay quienes creen que el prestigio es un bono demográfico que se cobra al margen del talento y de la calidad de las obras. Y si les preguntan qué opinan del prohombre fulano o zutano emiten juicios desdeñosos en beneficio de su propia persona y conveniencia: no leí a ese señor, pero no me gustó; lo que yo escribo es mejor; no creo que tenga que decir algo ahora eso que se publicó décadas atrás, bla, bla, bla. En tiempos de la oclocracia, o gobierno de la...

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