Escalera al cielo / Lo comercial y lo literario

AutorSergio González Rodríguez

Las corporaciones editoriales han reducido la oferta de sus productos a dos tipos de obras: las "comerciales" y las "literarias". Este criterio expedito, al contrario de lo que podría suponerse, niega la diversidad del propio negocio. En apariencia facilita la tarea de la jerarquía menor: los almacenistas, los jefes de ventas y de compras, los vendedores, los publicistas. Y, se cree, aligera también el empeño del posible comprador, a quien le ponen frente a los ojos las novedades temáticas de sangre, sudor y lágrimas. Sobre todo, lo que más ruido hace en el mercado.

Basta acudir a cualquier punto de venta de libros para comprobar lo anterior. Las librerías o los estantes de tiendas de autoservicio, que antes exponían libros de calidad en sitios privilegiados, ahora relegan éstos casi por completo y se desbordan de cualquier tipo de cosas impresas para probar y echar a la basura (como sucede en el caso de la Fast food o comida chatarra). La lectura rápida ha ganado a últimas fechas la batalla por los lectores.

En la dicotomía entre lo "comercial" y lo "literario" hay un engaño básico: la idea del marketing masivo se defiende justo cuando el mercado masivo ha dejado de predominar en el mundo (Seth Godin dixit). Si todos apuestan a los libros "comerciales", ya nada será distintivo sino aquello que lo sea. Esa particularidad es insólita, única. Lo que deja desprotegido al 99 por ciento restante en oferta, sea "comercial" o "literaria". En estos tiempos lo "literario" ha dejado de ser respetable para los grandes editores, basta comparar el contraste de novedades entre una y otra línea.

El menosprecio de la industria editorial a la literatura no sólo tiene que ver con el ocaso del modelo humanista a cuyo alrededor giraba la letra impresa, sino refleja el triunfo de la ultracontemporaneidad: el tempo colectivo y personal en torno de lo simultáneo y lo ubicuo de alcance planetario, provistos por la economía global y las técnicas de la información y la comunicación. Este proceso terminó por imponer un gusto de tendencias unánimes, de productos editoriales, que no por necesidad son literarios, si se comprende este término bajo la matriz humanista, y que han logrado consumar la alquimia de convertir la letra impresa en dinero.

Resulta patético observar a directores editoriales de corporaciones multinacionales molestos porque sus libros ni sus autores "venden" como ellos quisieran. Es decir, incumplen el prototipo del best seller, el rango que...

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