Escalera al Cielo / El fantasma de Gamboa

AutorChristopher Domínguez Michael

Expediente del atentado es la culminación de la lectura puntillosa que Álvaro Uribe viene haciendo, desde hace años en sus ensayos y ficciones, de Federico Gamboa y, sobre todo, de Mi diario (1893-1939), esa dilatada empresa que, única en la literatura mexicana, ha acabado por monopolizar su recuerdo en demérito de sus trabajadas y trabajosas novelas naturalistas.

La novela de Uribe se desprende de tres entradas de Mi diario, las redactadas los días 16, 17 y 24 de septiembre de 1897, en las cuales Gamboa da cuenta de la agresión sufrida por el Presidente Porfirio Díaz a manos de un borrachín desarmado, quien se le dejó ir encima logrando apenas que el general perdiese el paso y el sombrero. El agresor, llamado Arnulfo Arroyo, se salvó de ser ultimado en la vía pública gracias a la orden perentoria del agredido, quien pidió, sagaz y no magnánimo, que fuese puesto en manos de la justicia. Detenido, Arroyo sólo sobrevivió algunas horas al incidente. Un grupo de sicarios, presentándose como turba vengadora, lo acuchilló, de madrugada, en la gendarmería. Velázquez, el inspector de policía a cargo de la seguridad del agresor, fue, a su vez, puesto preso e incomunicado en la cárcel, donde se suicidó. Nunca se supo, porque nunca habrán de saberse bien a bien esas cosas, si el impulsivo alcohólico actuó solo o fue la carnada de alguna conspiración la cual, autorizada por quien debía resguardar al acusado, lo eliminó. El asunto fue noticia durante algunas semanas en aquellos años dorados del porfiriato y una vez que hizo chirriar los ministerios y que atizó la indignación de los diputados, se archivó.

Federico Gamboa (1864-1939) todavía no era el célebre autor de Santa sino un funcionario de la cancillería cuando anotó: "Al apagar la luz, ya entre sábanas, a la hora de los soliloquios rara vez confesados, la tragedia ésta oblígame a pensar en las curvas irregulares de la existencia, lo que Eça de Queiroz acostumbraba denominar os fados, es decir, en español, los hados y en latín fatum; pensé, por ejemplo, que Arnulfo Arroyo, autor del atentado contra el presidente, y Eduardo Velázquez, autor del atentado contra Arroyo, si es que la opinión que de tal lo acusa no se engaña, fueron condiscípulos míos y fueron condiscípulos entre sí". (Mi diario, II, 1897-1900, Conaculta, 1995, p. 32).

Reservándose lo que el novelista (a diferencia del biógrafo) tiene derecho a reservarse, Uribe (Ciudad de México, 1953) investigó, leyó, inventó y armó el expediente...

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