Escalera al cielo / La instalación de una escritura

AutorChristopher Domínguez Michael

Durante los años 80, fuimos amigos y, lector voraz como él lo era (lo cual no es del todo frecuente entre los pintores), le prestaba regularmente novelas, aunque si a Materia escrita (ERA, 2014) nos remitimos, la selección de sus cuadernos de trabajo redactados y bocetados entre 1992 y 2012, el ascético Orozco ha preferido quedarse sólo con Borges como lectura de cabecera y oráculo manual. Tras la instalación de las naranjas en las ventanas de los edificios circundantes a su primera exposición individual en el MoMA de Nueva York, en 1993, las noticias de su fama y fortuna llegaron a la tierra nativa de un cosmopolita ejemplar. El éxito del Pájaro, como lo llamábamos sus amigos, me produjo sentimientos encontrados: orgullo generacional por el triunfo de mi estricto contemporáneo (él nació en Xalapa, Veracruz, un par de meses antes que yo, en 1962), asociado a la irritación que me produce lo que se llama (adrede, por su imprecisión) arte contemporáneo.

Por ello, a mí, un libro como Materia escrita me ha hecho bien. Al explicarse, Orozco me explica cosas y lo hace, a veces, con una prosa estricta que es consecuente con la ascética belleza de algunas de sus piezas, pues no todas son tonterías conceptuales como aquella caja de zapatos vacía en la Bienal de Venecia. Que el arte requiera de una explicación y hasta de una preceptiva, pues ello es en buena medida Materia escrita, habla bien de Orozco y de las limitaciones intelectivas de algunos de sus secuaces y propagandistas. No, no es lo mismo una caja de zapatos vacía, ese gesto a la vez comercial y enigmático, que su explicación. Para quienes consideramos que el verdadero misterio es la letra, y encuentro a Orozco asumiéndolo en Materia escrita, interesa más la explicación que el gesto. Al recurrir al mode d'emploi, el instalacionista me ofrece un discurso que yo, al menos, necesitaba.

Hijo de Mario Orozco Rivera, uno de los últimos epígonos del muralismo y, pese a sus apellidos, discípulo de David Alfaro Siqueiros y no de Diego o José Clemente, Gabriel Orozco ha sido consecuente con su linaje. Con la base, diría el hijo, un devoto de Brancusi. A casi nadie interesa ya la demagogia estalinista siqueriana, en cambio, en Orozco aquella escuela materialista tiene un heredero y un transformador. De Materia escrita lo más emocionante -y por ello he mencionado ya dos veces la palabra asceta para referirme a él- es el inventario que va haciendo el artista de las cosas del mundo. Curiosamente, Orozco...

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