Escalera al Cielo / La opinión y el ruido

AutorSergio González Rodríguez

La vocación de diálogo comienza con la convergencia de opiniones. Para muchos ha sido estimulante observar en las últimas semanas que la sociedad mexicana salió lo mismo a las calles que a las urnas, a los foros y a los salones privados, a discutir asuntos de actualidad imperiosa que implican el futuro del País.

Al parecer, las tentaciones de la violencia se han visto contenidas en favor de la pugna por vías pacíficas. Sin embargo, las tensiones acumuladas en la sociedad comienzan a rozar los límites de la convivencia. En parte, esto se debe a que, en ausencia de una recepción eficiente del cúmulo de opiniones, en las que han destacado los intelectuales y creadores y las figuras culturales, su capital político puede volcarse en la irreductibilidad de los puntos de vista, en el desencanto y, peor aún, en el mero ruido que colabora al caos o las confusiones.

La responsabilidad de que tal asamblea de opiniones adquiera un rango fructífero depende sobre todo de que los protagonistas políticos del momento se sienten a escuchar y a reflexionar a fondo los contenidos específicos que han surgido de la voz colectiva. Sin una actitud de apertura leal y comprensiva, de nada servirán las ideas vertidas que pasarán a ser mera palabrería.

Una sociedad que aspira a la democracia requiere de su potencial comunicativo al cien por ciento. Y la sociedad mexicana adolece al respecto. La contundencia en alcance y penetración de sus medios televisivos y radiales, de su prensa e Internet presenta contrastes que dificultan la tarea: no sólo hay carencias normativas y ambiciones de hegemonía en los poderes de la comunicación electrónica, sino que la prensa, el medio de mayor profundidad analítica e investigadora, se mantiene en el repliegue de sus lectores, en el forcejeo duro en defensa de su credibilidad.

Las televisoras y la radio en su conjunto buscan imponer una legislación que satisfaga su plan de dominio y control por encima de las demandas igualitarias de la sociedad, y en la coyuntura electoral han multiplicado su protagonismo y su fuerza, al grado de poner en riesgo los presupuestos democráticos de la propia competencia política.

Así, las personas se encuentran ávidas de que se les tome en cuenta para decidir su porvenir y, al mismo tiempo, se hallan inmersas en una trampa que contempla pocas salidas: están en medio de funcionarios, actores políticos y partidos que no los toman en cuenta excepto que como...

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