Escalera al cielo / La paradoja bélica

AutorSergio González Rodríguez

Una vez recibida la orden del centro de mando, inicia el conteo regresivo. "El misil dará en el blanco en ocho segundos", emite aquella voz. La pantalla registra a un grupo de presuntos terroristas al lado de un caserío desértico. Una gran explosión los aniquila, la nube de polvo se disipa y el centro de mando pide el conteo de bajas. Recibe confirmación en tono neutro. El piloto comunica el repliegue y cierra el operativo.

Tal escena se repetirá a lo largo de Good Kill (2014), la notable película de Andrew Niccol, y dejará el impacto más vivo de lo que un Acontecimiento ofrece: el suspenso entre la causa y el efecto (Slavoj Zizek dixit). Ese suspenso se volverá el estado de ánimo, entre la incredulidad, la impotencia, el malestar por la ejecución extrajudicial y el rechazo ante la potestad de matar, que el espectador comparte.

En una época dominada por los efectos especiales y las hazañas fantasiosas de superhéroes de toda especie, Good Kill devuelve al público a la realidad y lo confronta con los imperativos que se amparan en la seguridad nacional de Estados Unidos de Norteamérica y el impulso ético de un piloto de guerra que se rehúsa a cumplir órdenes ya no de las fuerzas armadas a las que pertenece, sino de la discrecional

Agencia Central de Inteligencia (CIA), que dirige el programa de asesinatos selectivos contra el terrorismo.

Good Kill presenta las tensiones del piloto (en gran actuación de Ethan Hawke) en su entorno laboral y doméstico, donde los diversos puntos de vista en torno de tal Acontecimiento permiten atender las contradicciones del drama, ya sea desde el punto de vista de los victimarios como de las víctimas, su muda presencia en la pantalla del blanco que transfiere al espectador la duda razonable: ¿de verdad se trata de terroristas?

La cinta de Andrew Niccol despliega tanto el espacio real-virtual del mecanismo aniquilador, como expone la intersección entre la esfera de la guerra y la insignificancia de las personas; así como consigna el trayecto del piloto en la multiplicidad de su cuerpo/mente entre lo subjetivo, el contenedor móvil habilitado como cabina de guerra donde trabaja en horario fijo al igual que cualquier burócrata, la añoranza de volver a volar un avión, la trama urbana-suburbana que debe atravesar día tras día (incluido el glamour de Las Vegas) antes de llegar a su casa, donde atestigua su derrumbe y el de su matrimonio.

El predominio aéreo estadounidense está lejos del...

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