Escalera al Cielo / La tierra de Rivas

AutorChristopher Domínguez Michael

"La vida sin mar no se comprende", escribió Juan Ramón Jiménez en Prosas críticas, "yo, por lo menos, no la comprendo, y todas mis eternidades se las debo a él; el mar es vida sin sueño, siempre abierta; vida sin mar es vida cerrada, poesía cerrada". La confesión de Jiménez me sirve para explicarme la extrañeza mítica que una poesía como la de Rivas, consagrada al mar (y a sus colindancias en el estuario y en el río) produce en el lector extraño. Retomo un motivo muy anticuado que ni el cambio climático ni la degradación ecológica han tornado del todo obsoleto: desde las ciudades del perpetuo verano, como la de México en la clasificación de Pedro Henríquez Ureña, el mar sigue siendo, de alguna manera, un tema exótico. O al menos lo es en un país poético como el mexicano que, como lo dijo el crítico francés Louis Panabière a propósito del mismo Rivas, padece de horror por el mar, de talasofobia. En el altiplano, caracterizado también por Henríquez Ureña como tierra propicia para la poesía discreta, melancólica, grisácea, todavía es alcurnioso decir que Ramón López Velarde no conoció el mar. Se sugiere, con esa presunción, que aquel gran poeta se privó, recurriendo a lo que semejaría ser una decisión ascética, del más nutritivo de los alimentos líricos.

Si Jiménez tiene razón y existe, como mito imprescindible, el mar eterno, debe decirse que Rivas, en nuestra poesía, lo domina por completo desde que apareció Tierra nativa (1982), un libro de culto que forma parte con Muerte sin fin y con Piedra de sol del reducido grupo de poemas que desde el primer día se convierten en piedras de fundación. Rivas se presentaba, a la vez, como un hombre de fin de siglo y como un bardo que transmite leyendas. No es extraño que en esa senda Rivas se haya encontrado con Derek Walcott, cuyo Omeros (1990) ha traducido íntegramente al español. Para Rivas, como para Walcott, el mundo de Homero es, sin dejar de ser genésico, una novela familiar.

Rivas ha dividido su poesía casi completa en dos continentes: Raz de marea (1993), que incluye los poemas escritos entre 1975 y 1992, y Ante un cálido norte (FCE, 2005), que hace lo propio con los redactados entre 1992 y 2002. Junto con una versión de Shakespeare (La violación de Lucrecia) y apenas dos capítulos de su traducción de Omeros, Rivas reúne, en esta segunda selección, Luz de mar abierto (1992), Estuario (1996), Río (1998) y Por mor del mar (2002). Quedan fuera Un navío un amor (2004) y Pájaros (2005), un par de...

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