La Escena / El último maestro

AutorFernando de Ita

El Gobierno de Vicente Fox hizo justicia a los impulsores del teatro universitario. En su sexenio, Alejandro Luna, Ludwik Margules, Juan José Gurrola y Luis de Tavira han recibido el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Como Héctor Mendoza fue el primero en obtener este reconocimiento, el cuadro de honor está completo.

No hay duda de que este grupo generó entre 1960 y 1990 un movimiento teatral extraordinario que nos hizo contemporáneos del mejor teatro del mundo. Como artistas y profesores, marcaron el canon del arte escénico en nuestra República del Teatro, aunque con diversos matices, todos ellos recurrieron a la dictadura para lograrlo.

De entre los cinco, es el más joven quien mejor personifica esa voluntad de poder que Nietzsche le atribuye a los conductores de hombres.

Luis Fernando de Tavira Noriega (Ciudad de México, 1948) llegó al teatro por un acto de obediencia. Como seminarista jesuita había mostrado aptitud para el teatro montando a Sófocles en griego, y sus superiores le ordenaron inscribirse en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM para afinar esa disposición hacia la teatralidad.

Como el mismo Luis cuenta, eran los prodigiosos años 60 en los que se realizó el Concilio Vaticano, cuyo espíritu era abrir el convento para que el aire del mundo entrara, ya que el espíritu sopla en donde quiere.

La vocación religiosa de este maestro y director de escena es la clave de su obra artística y su misión pedagógica, y su formación como jesuita es determinante en su actitud frente al poder y su manera de ejercerlo. Se dice que el maestro De Tavira prefiere pedir perdón que pedir permiso. Nadie en nuestro teatro ha sido tan amado y repudiado por sus discípulos, ni tan aprobado y reprobado por la gente de teatro que ni siquiera ha visto sus obras.

Hay personas dedicadas a demostrar que el maestro De Tavira es el director de escena que ha recibido mayores beneficios del estado en toda la historia de nuestro teatro, y dentro de las instituciones, hay funcionarios que se quitan el sombrero ante su empuje.

Como artista, De Tavira comenzó realizando un teatro litúrgico en dos direcciones: una abierta y espectacular como las procesiones, y otra cerrada e íntima como el tormento personal del monje. De Tavira llegó a Grotowski a través de la sensibilidad de Héctor Mendoza, su guía y maestro en la vida del teatro.

Paradójicamente, el que para la mayoría de la gente consultada al respecto es su mejor espectáculo, Novedad de la patria, es un...

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